The Comedy that Is Trump

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La comedia de Trump

“El magnate afecta la institucionalidad de Estados Unidos y algunos de sus valores más preciados.”

Por Editorial

20 de octubre de 2016

Lo del candidato republicano a las elecciones de Estados Unidos, Donald Trump, hace tiempo que dejó de ser un chiste o un comentario de reality. Ahora es una amenaza que busca minar los cimientos de algo que para ese país es fundamental y de lo que se enorgullece: la confianza en su sistema electoral, uno de los más complejos, pero también más respetados del mundo.

A Trump no le ha bastado con hacer rodar la tesis de que se prepara un gigantesco fraude para robarle las elecciones, sino que en el debate del miércoles, a la pregunta de si reconocerá los resultados del 8 de noviembre, dijo que dejaba en suspenso su respuesta, algo que para EE. UU. es gravísimo, pues gran parte de la credibilidad de su democracia se basa en que el perdedor reconozca su derrota para garantizar una transición pacífica del poder. Esa ha sido una tradición que ningún candidato había osado romper. Ayer, sin pestañear, Trump aseguró que sí reconocerá el resultado… pero solo si él gana.

Ante tal cantidad de exabruptos, la opinión pública ha reaccionado con perplejidad y temor. El magnate afecta la institucionalidad del país y algunos de sus valores más preciados. A menudo en campaña se sobredimensionan gestos que ya en el ejercicio del poder suelen atemperarse. Pero este no parecería ser el caso.

Lo contrario. Luego de la segunda media hora hizo gala de su escasa preparación y de su bajo dominio de algunos de los temas claves de la agenda de gobierno. Pero quizás lo peor llegó cuando, después de decir que no había en el mundo alguien que respetara más a las mujeres que él (a raíz de las denuncias por abusos sexuales), calificó a su rival, Hillary Clinton, de mujer “repugnante” o “desagradable”, según el tono de la traducción. El castigo vino pronto por el lado de los sondeos, que dieron a Clinton ganadora por mucho. Así que el multimillonario fue derrotado en los tres debates.

Parece, en consecuencia, justificado el optimismo de los demócratas. Pero recientes elecciones en el mundo, cuyos resultados parecían cantados, han dejado amargas lecciones. El brexit en el Reino Unido y el plebiscito por la paz en Colombia son referentes que deberían servir para no destapar la champaña antes de saber si habrá fiesta.

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