Mexico Has to Become Involved in United States Politics

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Luis de la Calle dice que si algo quedó claro con la invitación a Donald Trump para visitar México es que en nuestro país simplemente no le entendemos a la política estadounidense. Esto incluye al presidente y a su equipo más cercano. Sin querer, le dieron al demagogo naranja el mejor momento de su campaña, el único instante en el que se vio presidencial, y lo hizo a expensas de humillar a nuestro presidente.

Para muchos en México no hay –o no había, antes de Trump– por qué interesarse en lo que pasa en política al norte de nuestra frontera. Hoy ha quedado claro que más nos vale involucrarnos.

Nuestros políticos han mal interpretado qué quiere decir eso. Creen que es válido hacer proselitismo por uno u otro candidato. No lo es.

Imaginémonos lo que opinaríamos de que Roberta Jacobson, o algún otro representante del gobierno estadounidense, abiertamente apoyara al candidato de PAN o PRD. Lo veríamos como una intromisión imperdonable que viola nuestra soberanía. Nosotros tampoco podemos meternos.

Lo que sí podemos hacer es proteger los derechos de migrantes mexicanos en Estados Unidos. Esto se hace hoy estrictamente para evitar abusos en casos de detención, procesos de deportación u otros momentos en los que un migrante se topa con un sistema que no conoce, y en un idioma que no habla. Esa es una de las funciones más importantes de la red consular mexicana, que con cincuenta representaciones es la más grande del mundo.

Lo que ahora sigue es impulsar la participación política de la población méxico-americana. Toca hacerlo sin sesgo partidista. El objetivo único debe ser buscar que esta población logre la representatividad, en todos los niveles de gobierno, que por su número les correspondería. Estamos a años luz de lograrlo. Nuestros paisanos han sido participantes tibios y renuentes. En parte, porque llevan en la sangre la apatía e incertidumbre propia de quien emigra de un sistema político, el mexicano, que poco o nada les ha dado. Pero además, porque a veces toma generaciones para que se arraiguen a las comunidades donde se van estableciendo. La primera generación que migra está dedicada a la supervivencia, y serán sus hijos o nietos quienes logren integrarse a las comunidades, tener acceso a educación, lograr progreso en lo económico, y típicamente dejarán al último su participación política. No deja de sorprender la ínfima presencia de méxico-americanos en las esferas políticas más altas demócratas o republicanas.

La prioridad del gobierno de México debe ser el bienestar de los mexicanos, independientemente de qué lado de la frontera se encuentren. El surgimiento del movimiento nativista, que Trump abandera, es en extremo preocupante. Éste recurre a estrategias similares a las que han provocado la marginación de la población afroamericana por 150 años.

El extraordinario documental The 13th que es posible ver en Netflix, que hace alusión a la 13ª enmienda de la constitución estadounidense que erradicó la esclavitud en 1865, narra con detalle el proceso de ‘reesclavización’ de los negros, desarrollando una narrativa que presenta a esos esclavos liberados como una amenaza para los blancos, como gente agresiva e ignorante, criminales y violadores. Eso permitió criminalizar ofensas menores, para encarcelarlos. En este momento, la posibilidad de que un hombre blanco pase por la cárcel en Estados Unidos es de una en 17, para un negro es de una en tres. La pena sobre la posesión de crack, por ejemplo, es cien veces mayor que la de cocaína. El primero es típicamente usado por negros, la última por blancos.

El uso de términos similares por parte de Trump para referirse a la “amenaza” que presentan migrantes mexicanos no es casual. El objetivo es seguir criminalizando a la migración. Como se hizo con la población negra, endurecer castigos y establecer condenas mínimas severas. De paso, ofreciéndole carne fresca al creciente sistema carcelario privado.

El objetivo de largo plazo es restarles peso político justo por medio de esa criminalización. En muchos estados, al pasar por la cárcel se pierde el derecho a votar de por vida. En Alabama, un tercio de los negros en edad de votar no pueden hacerlo.

Esta es una elección en la cual el voto de hispanos puede ser determinante en estados que están en contención, y que tienen poblaciones relevantes de éstos.

Ese sería el caso de Arizona, Nevada, Colorado y Florida. Me atrevo a pensar que no será evidente que es el voto hispano el que haga la diferencia. Si me equivoco, se presentará una oportunidad histórica que es importante aprovechar.

La política exterior mexicana requiere de cambios profundos. En el catastrófico ascenso del demagogo, o estuvo la embajada en Estados Unidos vacante o en manos de Basáñez, un inepto. Ahora, la absurda e irresponsable pifia de Roemer en la UNESCO nos da otra muestra. Si las razones humanas no nos bastaban para ponernos las pilas, ahora hagámoslo por razones económicas, como el hecho que el TLCAN haya sido puesto en riesgo.

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