¡Cuán contradictorios somos los seres humanos! Somos contradictorios individual y colectivamente. Que lo seamos individualmente nos afecta a cada uno; que lo seamos colectivamente nos daña como sociedad. Tampoco aprendemos de la experiencia ajena. Increíble que a estas alturas del tercer milenio, sigamos “enamorándonos” de encantadores de serpientes. Más increíble aún resulta que la receta de ser prepotente, grosero, mentiroso, bravucón, xenófobo, clasista, racista y otra larga serie de “istas” funcione hasta el punto de que mientras más prepotente, más grosero, más mentiroso, más bravucón, más xenófobo, más clasista, más racista y más todos los “istas” que faltan, el patán que lo es suba en las encuestas y se haga cada vez más popular.
Las experiencias en el siglo XX del nazismo, el fascismo, el maoísmo y el stalinismo han debido servir de disuasorios para nuevos experimentos similares. Dicen que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces (o más veces) en la misma piedra”. Hay sociólogos y sicólogos que aseguran que eso se debe a que el hombre, con su raciocinio, vuelve a intentar la misma receta en la que fracasó para ver si el resultado es diferente. Que los animales son seres básicos y por eso no vuelven a experimentar. A estas alturas no sé quién tiene más raciocinio, si los animales o nosotros los humanos.
He seguido con interés –me parece que todos los terrícolas deberíamos hacerlo- la carrera presidencial estadounidense. Donald Trump es un “loco” desatado con permiso de sus conciudadanos. De esos “locos” institucionalizados a quienes se les permite cualquier cosa a cuenta de locos y que terminan acabando con el país. Parece mentira que con cada locura que dice, Trump suba en las encuestas. La misma piedra del dicho. Tal vez ahora las acusaciones de abuso sexual puedan parar su vertiginoso ascenso, demostrando una vez más lo puritana que resulta siendo la sociedad norteña. “Haz lo que yo digo, más no lo que yo hago”. Con la consigna de que va a “hacer a América grande otra vez” lo que puede lograr es acabarla.
El ofrecimiento de repatriar a los inmigrantes ilegales mexicanos (que realizan los trabajos que los locales no quieren hacer), construir un muro y encima que lo pague México es sólo una de las locuras que se le han ocurrido a Trump, pero una de la que más nuevos adeptos le ha reportado. El General Gómez, como buen zamarro, aseguraba que los únicos locos eran lo que comían excrementos. Y esos ya no tienen remedio y deben ser internados en un sanatorio. Pero aquellos que apoyados en que “son locos” hacen y rehacen, deberían hacerles un test y pedirles que los coman. Les aseguro que no lo harán, porque ni son locos, ni son tontos. No creo que Trump lo haga, pero me atormenta pensar que si llegara a ganar las elecciones, potencialmente tendrá el poder para declarar guerras, enviar soldados a donde le plazca y hasta disparar bombas nucleares. Un problema mundial, pues. Que el país más poderoso del mundo tenga a un megalómano soberbio conduciendo sus destinos es una amenaza para la humanidad. No es lo mismo que un atolondrado que llegue a la ONU a decir que “huele a azufre”. Trump puede poner al mundo entero a oler a azufre…
Ya nosotros los venezolanos sabemos, dolorosa y tristemente, lo peligroso que es darle poder a uno de estos individuos. Hemos vivido en carne propia lo que es tener en el poder a alguien con el mismo estilacho, el mismo fanatismo. Que no digan los gringos que no fueron advertidos del peligro…
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