¡No es posible!
La jornada (México)
Por Miguel Marín Bosch
10 de noviembre de 2016
Hace dos días en Estados Unidos ocurrió algo que algunos califican de milagro y otros tachamos de pesadilla.
Tenía listo otro texto, muy distinto al actual.
La elección de Donald Trump nos demostró que el electorado estadunidense tiene un sentido del humor muy extraño. Opina mayoritariamente que el republicano no es confiable ni debería ser presidente, pero lo elige. Reconocido misógino, Trump consiguió el voto de muchas mujeres, sobre todo blancas.
Su elección nos confirmó además algo muy triste de lo que representa Estados Unidos. Nos indica que persiste el racismo. Ocho años del primer presidente afroestadunidense resultaron inaceptables para muchos blancos, incluyendo a personas con poca escolaridad. Nos confirma que no es una sociedad multirracial tolerante, que los afroestadunidenses no cuentan y los hispanos y asiáticos aún no tienen la presencia que algunos pensaban para contrarrestar a la mayoría blanca.
Este ciclo electoral en Estados Unidos también nos reveló lo mal que funciona el sistema de encuestas en esa nación. Puso en evidencia la profunda ignorancia que la clase política (el llamado establishment) tiene de su propio país. Ni el Partido Republicano ni el Demócrata calibraron bien el enojo de aquellos sectores de la sociedad que se han visto (o así lo creen) marginados por el libre comercio y las ganancias cada vez mayores de Wall Street y las grandes corporaciones.
Los candidatos, salvo el senador Bernie Sanders, no supieron atraer al llamado grupo de millenials (milenios, o personas entre 18 y 35 años de edad). En un principio Hillary Clinton les decía que votaran por ella porque es mujer. Recuerden lo dicho por Gloria Steinem y Madeleine Albright, entre otras, hace un año. Resulta que a los milenios les tiene sin cuidado el género de los candidatos. No pocos acabaron votando por Trump.
Los medios de comunicación también actuaron mal. Muchos no hicieron su tarea. Centenares de periódicos endosaron a Hillary Clinton y sólo unos cuantos apoyaron a Trump. Pero una cosa es endosar y otra muy distinta es informar correctamente al electorado acerca de los contendientes. Se pitorrearon de Trump y defendieron a Hillary Clinton.
Las canales de televisión le dieron mucho espacio a Trump porque lo veían (al menos en un principio) como un payaso capaz de aumentar su audiencia. Se olvidaron de tratar con seriedad sus propuestas y permitieron que no hiciera pública su declaración de impuestos, como lo han hecho todos los candidatos desde hace décadas.
Los medios sencillamente no insistieron en que los candidatos detallaran sus propuestas de fondo sobre la economía, inmigración y política exterior. Optaron por acentuar su papel de diversión y entretenimiento sobre su responsabilidad periodística.
El único que no se equivocó fue Trump.
Lo que parecía un vuelco histórico, al pasar del primer presidente afroestadunidense a la primera mujer presidenta, se ha convertido en algo muy distinto y peligroso. Con Trump en la Casa Blanca y un congreso decididamente republicano, es muy posible que, auxiliados por una Suprema Corte de derecha, se vengan abajo muchos de los logros de los pasados 50 años, sobre todo en materia social.
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