The Future Is Trumpism

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El futuro está de la Trumpada

En estos momentos resulta muy difícil no tener temores acerca del presente o el futuro de la humanidad y del planeta tras el agobiante resultado de las elecciones presidenciales del 8 de noviembre gracias a una campaña que prometió “hacer a Estados Unidos grande nuevamente” (Make America Great Again) y que, a su vez, despertó a muchos resentidos y dolidos con la manera en la que Barack Obama ha conducido a esa nación.

El triunfo de Donald Trump les devolvió la sonrisa —entre otros— a las supremacías blanca, xenófoba, antiinmigrante y hostil, así como a los magnates del petróleo, gas y carbón, quienes vieron afectados sus intereses con la política ambiental de Obama.

Así, en los últimos días el Presidente electo ha ido nombrando a los personajes que ocuparán posiciones estratégicas en su gabinete, como el senador Jeff Sessions, quien estará al frente del Departamento de Justicia, y el congresista Mike Pompeo, como director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), ambos republicanos de línea dura.

Ojalá y esto sí fuera un cuento chino, pero no lo es. Desafortunadamente, en materia ambiental, por ahora, el nombramiento más polémico es el de Myron Ebell.

Es, como muchos republicanos, un negacionista del cambio climático y se encargará de llevar a cabo la transición entre la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) de la administración Obama y la de la nueva era Trump.

Con esta designación el Presidente electo podría hacer realidad una de sus promesas de campaña, así como objetivo del plan para los primeros cien días de su gobierno: desmantelar la EPA, aumentar el uso de combustibles fósiles y carbón, echar abajo las regulaciones ambientales y retirar el apoyo económico a países en desarrollo para adoptar energías renovables.

Pero, ¿quién es Ebell? Es director del Centro de Energía y Medio Ambiente del Instituto de Empresas Competitivas. Su posición le ha permitido ser cabildero de empresas del sector de los hidrocarburos y, lo más angustiante, se califica a sí mismo como “enemigo número 1 del alarmismo del cambio climático”, según se lee en su perfil de Twitter (@myronebell).

No por nada, durante la COP21 del año pasado, en las calles parisinas la organización Avaaz pegó carteles al puro estilo del Viejo Oeste, con la leyenda “Wanted for destroying our future” y los rostros de los individuos catalogados como “criminales ambientales”, entre ellos, justamente el de Ebell.

Cuánta razón tiene el profesor emérito de lingüística en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y filósofo Noam Chomsky al señalar que el Partido Republicano se convirtió en la organización más peligrosa para la historia de la humanidad debido a la negación del cambio climático.

Y como el desasosiego es global, el aún secretario de Estado, John Kerry, con su participación en la cumbre de Marrakech trató de calmar los ánimos al decir que Estados Unidos está cumpliendo con la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y ello no puede ni debe cambiar: “La política medioambiental es una inversión de futuro, es científica y, además, el mercado también razona así”.

Sin duda, Trump es sinónimo de desastre y, por ello, un grupo de 365 empresas estadunidenses —en el marco de la COP22— escribió una misiva dirigida el Presidente electo en la cual le piden no abandonar el Acuerdo de París, pues su incumplimiento para construir una economía limpia pone en peligro la prosperidad de Estados Unidos.

En la petición, también dirigida al presidente Obama y a los miembros del Congreso, las 365 empresas e inversionistas pusieron énfasis en su profundo compromiso en el combate al cambio climático y exigieron dejar las políticas para bajar los niveles de emisiones de GEI.

Esas compañías —entre las que destacan Starbucks, Mars, Nike y Levi Strauss—, asimismo refrendaron su compromiso de continuar con sus planes para reducir su huella de carbón sin importar las medidas que tome Trump, una vez que él esté al frente del gobierno.

Es por ello que no debemos soslayar que cada acción que tome el sector empresarial para reducir sus emisiones tóxicas y cuidar el ambiente puede crear círculos virtuosos en la búsqueda de ganancias.

Sería ideal que Donald Trump se abriera a esa posibilidad una vez que haya asumido el cargo de jefe de Estado, porque sin un do ut des llevará al caos a muchas compañías. Lo cual sería absurdo al ser empresario, sumado a que, unas horas después de saber los resultados de la elección presidencial, prometió gobernar para todos los estadunidenses.

Así, la Cumbre del Clima ha finalizado con una hoja de acciones irreversibles, pero bajo el espanto de lo que Trump hará o no con respecto al cambio climático.

El futuro de la “casa común” está empañado…

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