@RealDonaldTrump

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Ya está aquí. La presidencia de Trump ya ha comenzado. Lo imaginábamos, más bien lo temíamos, pero no sospechábamos que antes siquiera de haber designado al equipo que va a llevar su política exterior ni haber comenzado las reuniones entre su equipo de transición y la Administración saliente, Trump iba a comenzar a hacer anuncios adelantando los cambios en política exterior que iba a acometer una vez en la Casa Blanca.

Como tampoco sospechábamos que lo iba a hacer por canales tan heterodoxos y tan poco presidenciales. La semana pasada fue el anuncio de que iba a poner fin al acuerdo de liberalización comercial del Pacífico. En un anuncio despachado por YouTube, Trump se cargó un macro acuerdo comercial ya negociado y firmado que involucra nada menos que a 12 países de la cuenca Asia-Pacífico que representan un tercio del comercio mundial, incluyendo a socios tan estratégicos para Estados Unidos como Japón, Australia, Canadá o México.

Y ayer ha sido vía Twitter donde, tras anunciar el sábado a sus 16 millones de seguidores la muerte de Castro, ha prometido que va a revisar el acuerdo alcanzado entre Obama y Raúl Castro y que si no consigue más concesiones para los cubanos (sin especificar cuáles), pondrá fin a ese acuerdo.

Hubo un tiempo en que se usaban notas de prensa o comunicados oficiales para estas cosas. Y en un tiempo anterior, la diplomacia se valía de cartas o telegramas enviados por los cauces diplomáticos habituales. Pero hoy, gente como Trump, que con sus 70 años difícilmente puede ser calificado de millennials, muestra que ha entendido mejor que nadie que YouTube es la televisión planetaria y que Twitter ha sustituido a la radio como medio de comunicación de masas.

Con una diferencia crucial: frente a los medios tradicionales, donde alguien te tiene que producir y distribuir, aquí uno se autopublica sin límites ni intermediarios. Esa anulación de intermediarios entre pueblo y líder es el secreto objeto de deseo de todo populista. Y ahora está al alcance de la mano. Miedo da pensar cómo manejará Trump su primera crisis internacional.

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