El fin del sueño americano
Proceso (México)
Por Sabina Berman
26 de diciembre de 2016
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- 1. Se acabó. It’s over. Con la elección de Donald Trump, la fe en la democracia neoliberal baja sus banderas de rayas rojas y blancas, y estrellas contra el cielo azul.
Una ideología que se proclamó como “la última de la Historia”, y con mayor comedimiento, como “el siglo americano”, y duró apenas 30 años.
2. A cambio, ha regresado al centro de la conciencia de la especie, la antigua noción de que ningún sistema puede permanecer excluyendo a la mayoría de la población de la prosperidad.
3. Un giro moral que las derechas y las izquierdas tradicionales no están preparadas para asumir. Las derechas y las izquierdas de las democracias se dejaron engullir por la ideología neoliberal, y de ese engullimiento surge ahora la necesidad de nuevas alternativas políticas.
Podemos, en España. El Frente Nacional, en Francia. Los independientes, en México y otros países. Opciones de distintos signos, que tienen en común únicamente su novedad, y el hecho de que rompen los equilibrios previos en cada país.
Hasta ahora, sólo la izquierda inglesa ha entendido que para sobrevivir al maremoto que vivimos debe purgar de su interior al neoliberalismo. Bernie Sanders en los Estados Unidos pretende purgar igualmente al Partido Demócrata, y lo hará si se lo permiten. En México, tierra de reflejos lentos, la izquierda duerme todavía un sueño cuyo último acorde sonó hace un mes.
4. La elección de Trump es también el fin de la fe en la globalización al estilo estadunidense. En la práctica, las corporaciones trasnacionales con mandos en los Estados Unidos usaron la globalización como el mecanismo para abaratar el trabajo de sus asalariados. Hoy un C.E.O. de una trasnacional gana 452 veces más que uno de sus obreros estadunidenses, y alrededor de 4,845 veces más que uno de sus obreros de otras latitudes.
Para bien y para mal, el gigante inventor de la globalización, los Estados Unidos, es el primero que se retira al interior de sus fronteras, que además sellará. Ya se verá si la segunda potencia económica, China, ocupa los lugares que queden abandonados. Parece ser su intención.
5. Este es el fin también del periodismo televisivo, tal y como lo conocemos. Las televisoras han terminado arruinadas por sus propias traiciones al periodismo. Han venido privilegiando el rating a la búsqueda de la verdad, vía la investigación y el análisis. Han perdido de vista nociones universales como el Bien Común, la honestidad y la equidad, poniéndose del lado del cinismo. Y han confundido la comunicación con la opinión y la influencia.
En los Estados Unidos, como en tantos países, la televisión se volvió la voz y el rostro de la minoría billonaria, y ahora, desenmascarada, ha perdido a la mayoría de sus espectadores, que han migrado a las redes sociales para informarse. Una terrible migración, porque las redes sociales tal vez no tienen dueños que las controlen, pero hasta hoy carecen de periodistas: son pura opinión, desasida del suelo de la verdad.
6. La misma democracia ha perdido su aura redentora. Un billonario demagogo dijo a las masas lo que querían oír –“sacaremos a los billonarios de Washington” –, y aun antes de tomar el juramento como presidente, ha traicionado sus dichos.
Nunca ha existido un gabinete con tantos billonarios como los que Trump ha elegido para los ministerios de su gobierno. Como lo expresa Paul Krugman, el Premio Nobel de Economía, esto no es un gabinete, es la tripulación de un barco pirata.
En una de las primeras escenas de Julio César, el pueblo aclama al emperador. En una de las últimas, aclama a sus asesinos. Así de tonto figuró al pueblo Shakespeare, que era un monárquico convencido. La elección de Trump le da la razón al poeta.
Señoras, señores, el siglo norteamericano cierras sus alas. Cierra sus salas. En la luz incierta de su ocaso, otro mundo empieza a dibujarse: sus trazos apenas y se adivinan, temblorosos.
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