From Russia with Love (Trump vs. the Media)

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Uno podría ser iniciativa personal. Dos muy cercanos a Trump haciendo lo mismo ya es más difícil de explicar como una casualidad. Huele a perfectamente deliberado y subraya la acusación de los demócratas de la derrotada Hillary Clinton: hubo espionaje ruso consentido y buscado por los republicanos, durante la campaña presidencial.

The Washington Post, uno de los medios a los que Donald Trump califica de “verdadera oposición”, acaba de dar otro golpe en la nariz del nuevo jefe de la Casa Blanca, al revelar que su actual ministro de Justicia, Jeff Sessions, también ha mentido sobre sus contactos con los rusos antes de la elección. El diario lo sintetiza así: “Jeff Sessions tiene un gran problema y es sólo el comienzo”.

Trump, que es un gran comunicador y un ególatra convencido por su soberbia, no tardó en reaccionar ratificando su confianza en su ministro de Justicia. Trump viene de perder a Michael Flynn, su consejero de Seguridad, por lo mismo que es acusado Sessions, quien es, además,un racista confeso.

La revelación de que Sessions- al igual que Flynn- se reunió con el embajador ruso Sergei Kislyav, y ocultó esas reuniones ante Senadocuando trataban su confirmación como ministro, vuelve a golpear sobre un flanco desprotegido del presidente norteamericano.

El presidente había dado un paso al frente al dar un discurso ante el Congreso en el que expuso, con habilidad y jactancia, un programa construido con la concepción del más crudo capitalismo. Los mercados saltaron de alegría y Wall Street perforó récords.

Pero políticamente el camino no parece tan desbrozado para el magnate.

Por un lado, el periodismo ha encontrado, a través de sus equipos de investigación, una veta que va hasta el corazón del gabinete de Trump y sobre la que la Casa Blanca no tiene mucha respuesta. Es tal la paranoia en el gobierno de EE.UU. Con las filtraciones que están revisando los teléfonos de los empleados de la Casa Blanda para tratar de encontrar la gotera de informaciones que van a parar a los reporteros y cadenas de televisión, como la CNN, a la que Trump llama (Clinton Network News-Cadeba de noticias de Clinton), algo que puede sonar familiar por estas tierras (remember: “TN, Todo Negativo).

Hay otra cuestión, más profunda, que sobrevuela sobre todo este asunto y es que una parte de la comunidad de inteligencia de EE.UU. no parece comulgar con Trump y mantiene alimentados a los investigadores de los medios.

The New York Times, en su edición de ayer, afirma que Obama habría ordenado preservar la información sobre las relaciones del equipo de Trump con Putin y el gobierno ruso por el temor de que luego del triunfo el magnate pueda destruirla.

La cuestión es que Flynn además de mentir en general, en particular le mintió al vice presidente Mike Pence. A Sessions, que insiste en negar sus entrevistas, los demócratas le exigen la renunciay legisladores republicanos le han retirado su apoyo.

La injerencia rusa en la campaña norteamericana está cada vez más probada confirmando denuncias que Trump atribuyó a la imaginación periodística. De ser así, la injerencia es grave, pero para los norteamericanos la mentira es aún más grave. Nixon, otro republicano que metió las narices en el comando electoral demócrata, el recordado Watergate, tuvo que renunciar por mentir.

The Washington Post fue su verdugo.

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