El reciente informe del Departamento de Estado de la Unión Americana sostiene que ese país está viviendo la mayor crisis de consumo de drogas desde los años 80, que casi la totalidad de la heroína que se consume proviene de México, que la producción de cocaína se ha disparado en Colombia regresando a niveles históricos, pese al esfuerzo, reconoce, realizado por ambos países, mientras que el narcotráfico, sin oposición de sus gobiernos penetra cada vez más en Venezuela, Ecuador y Bolivia.
La crisis del consumo de drogas en EU no proviene de la mayor producción de las naciones latinoamericanas. Si así fuera, si existiera una oferta que sobrepasara la demanda con amplitud, los precios de las drogas en el mercado ilegal hubieran caído dramáticamente. No ha sido así. Por el contrario, el informe elaborado por William Brownfield explica que, por ejemplo, el consumo de heroína se disparó porque se restringió y aumentó el precio de medicinas legales que pueden servir como sucedáneos, incluyendo antidepresivos. Ese espacio lo ha ido ocupando la heroína. Por eso también la actual epidemia de consumo de opiácios, a diferencia de la de los años 80, no afecta tanto a afroamericanos, sino a la población blanca de clase media y media baja en estados que han visto perdida su perspectiva de futuro como Ohio.
La epidemia y el aumento geométrico del consumo de heroína es real. Tan sólo el año pasado murieron por sobredosis de esa droga 13 mil jóvenes en EU. También ha aumentado el consumo de cocaína y, sobre todo, de drogas sintéticas. El de mariguana lo ha hecho de forma dramática, pero resulta que su venta y producción es legal en la mitad de la Unión Americana y el estudio de su consumo a estas alturas tendría que basarse mucho más en simples estudios de mercado y de salud pública.
Pero el tema de la heroína es diferente y nos involucra de forma directa porque casi en su totalidad proviene de México y porque es el mayor problema de consumo al que se enfrenta EU. Si el año pasado murieron en ese país 13 mil jóvenes por sobredosis de esa droga, en México murieron por ajustes de cuentas y actos violentos unos 15 mil jóvenes en las dos grandes zonas de producción de opiácios: el Triángulo Dorado, donde se juntan Durango, Sinaloa y Chihuahua, y la Tierra Caliente, en Guerrero, Michoacán, el Edomex. Son también las dos zonas más violentas en el país, a lo que se suman, sobre todo en Tierra Caliente, gravísimos problemas de pobreza y gobernabilidad.
El informe del Departamento de Estado, como siempre, pone el acento en la producción, pero reconoce en este caso los graves desafíos que implica la demanda en su propio país. Incluso su autor, que reconoce la colaboración con México, y dice que lo que hay que construir en la frontera es “un muro de cooperación” más que uno físico. Y es verdad: más allá de las bravuconadas y las salidas de tono de Donald Trump, el de la producción y el consumo de heroína es uno de esos temas donde se podrían llegar a acuerdos de fondo, más allá de planes Colombia, México o como se les quiera llamar.
Se podrían probar mecanismos comunes de combate a las drogas que sean eficientes y que satisfagan a ambos países y gobiernos. Es verdad, 93 o 94 por ciento, como dice el informe, de la heroína que se consume en EU se produce en México, pero no sólo se produce: de alguna forma llega a la frontera, y pasa a EU y desde Laredo, El Paso o Nogales, llega a cientos, miles de kilómetros de distancia, hasta toda ciudad de la Unión Americana. Apostar por simplemente destruir plantíos en México servirá de poco y nada, mientras las redes sigan funcionando. Y por supuesto que hay que destruir las que operan aquí, pero paradójicamente en este capítulo, las principales son las que operan del otro lado: primero, porque son las que permiten entrar la droga, las que la concentran en algunos puntos de la frontera, las que las distribuyen a todas las ciudades del país y allí las entregan a bandas locales para comercializarlas. Y luego se sigue el camino inverso para concentrar el dinero y lavarlo, lo que ocurre también dentro del propio EU.
¿Por qué en México, Colombia y otros países caen jefes del narco, sus sicarios y secuaces y siempre aparecen otros nuevos que los reemplazan? Pues porque las redes del otro lado de la frontera siguen funcionando y mientras se mantenga esa conexión, mientras se tengan las vías de contacto con los consumidores, la demanda se mantendrá. Es un simple razonamiento de mercado. EU debe romper esas redes, no administrarlas, como dicen, en privado sus principales funcionarios, si quiere romper la cadena de consumo. Sin ello, será imposible que se pueda acabar con los productores en nuestros países: siempre aparecerán nuevos para cubrir esa demanda.
Eso no significa, ni remotamente, que haya que esperar aquí que solucionen el tema allá. Durante años, se planteó esa lógica que es en realidad una excusa para que aquí exista impunidad y complicidad con grupos criminales. Pero una lucha que no sea integral no servirá para nada. Esa integralidad se debe dar en temas conceptuales y legales (¿se debe legalizar la mariguana en toda la región? ¿tiene sentido que se prohíba en países y algunos estados mientras es legal para uso lúdico en otros?) pero también con mecanismos muy concretos. Si se quiere acabar con la epidemia de consumo de heroína allá y con la increíble ola de sangre y violencia aquí, en el Triángulo Dorado y en la Tierra Caliente, se debe establecer una estrategia común, con grupos binacionales que la atiendan y que colaboren con inteligencia, información, control de armas y de lavado de dinero y que destruya, sobre todo, redes allá y acá.
La retórica de Trump, paradójicamente, es lo que más entorpece ese tipo de colaboración, tanto como la resistencia de este lado de la frontera de avanzar en un mecanismo similar, que en parte se comprende cuando se comprueba que del otro lado esas redes permanecen sin ser siquiera tocadas.
Se podrá decir que hay cientos de miles (en realidad unos dos millones) de detenidos en EU por problemas de drogas, pero la mayoría son consumidores, camellos y, como hemos comprobado, las redes verdaderas siguen funcionando, operando y creciendo. Construyamos en estos temas, un muro de cooperación real y entonces ahí sí se verán los beneficios para las dos naciones.
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