Latinoamericanos y caribeños: Yes We Can!
La ofensiva trumpista debe tener una reacción rápida de parte de una región todavía dominada por grandes diferencias ideológicas
PIERRE LEBRET
13 MAR 2017 – 00:00 CET
América Latina, el Caribe y Estados Unidos han atravesado tiempos de tensión y alejamiento a través del tiempo. Desde la Alianza por el Progreso de los años sesenta, pasando por el intervencionismo político descarado, que podría ser resumido en esta frase de Michelle Bachelet ante el Council on Foreign Relations en el marco de una gira que la mandataria de Chile realizó en Estados Unidos el año 2008: “¿Cuál es la razón de que en Estados Unidos nunca ha habido un golpe de estado?… ¡Porque no hay embajada de Estados Unidos en Estados Unidos!”. Los años pasaban y la ideología neoliberal del consenso de Washington logro imponer su versión de la economía, la democracia, el orden y la justicia, sin reflexionar las consecuencias que tendrían que pagar muchos pueblos del Sur.
Nadie se imaginaba meses atrás la victoria de Trump; y menos el presidente Peña Nieto al aceptar la visita en plena campaña electoral del ahora presidente de los Estados Unidos en la capital mexicana. Hoy, es una realidad abrumadora que los países de la región deben asumir con inteligencia, unión y prudencia. Trump representa una amenaza para la estabilidad geopolítica mundial, y un retroceso para el desarrollo sostenible, pero latinoamericanos y caribeños deben tomar este nuevo contexto como una oportunidad. Hoy, no existe ningún patio trasero, no existen alianzas, y en definitiva para Donald Trump no existe el mundo. Frontera y muros, un aislamiento internacional que no debe ser mirado a la ligera.
Parece que el eje del mal del cual hablaba George W. Bush después del 11 de septiembre cambió su domicilio geográfico para instalarse en la Casa Blanca. Trump representa un retroceso en todos sus ámbitos, provocando rechazo y revuelo en la comunidad internacional, pero también en el corazón mismo de las sociedades que defienden los valores de paz, democracia, derechos, dignidad y multiculturalidad.
Respecto de América Latina y el Caribe, Donald Trump será un hombre impulsivo, de poco conocimiento y muchas generalidades, un cambio real en comparación a su antecesor Barack Obama. Efectivamente, el ex presidente durante los ocho años de su presidencia trató de lograr un acercamiento más horizontal con la región, desde su discurso en la Ciudad de Panamá en la Cumbre de las Américas, hasta su visita a Cuba, sellando el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países después de 60 años. Pero hoy, sabemos que el proteccionismo económico defendido por Trump tendrá consecuencias directas en los países que han abrazado el libre mercado, dependiendo en su gran mayoría de la exportación de commodities. El profundo rechazo a la migración por parte del mandatario estadounidense generará dificultades para una región todavía en vías de desarrollo, por ejemplo en materia de las remesas que en muchos casos representan un soporte para las familias y la economía de varios países centroamericanos. Iniciar una guerra comercial con México al querer aumentar las tasas aduaneras, o la construcción de un muro en la frontera del país azteca, es realpolitik? No, es una simple locura que escapa de toda racionalidad en esta segunda década del siglo XXI.
Por otro lado, la amenaza de Estados Unidos de retroceder sobre los acuerdos logrados para luchar contra el cambio climático nos exige una mayor coordinación como región. Hoy no podemos negar el impacto del ser humano en la naturaleza. Trump lo hace e irá en el sentido contrario de los compromisos internacionales que tanto han costado en las últimas dos décadas, favoreciendo a las empresas extractivas de recursos fósiles.
La ofensiva trumpista, lejos de lograr unanimidad en su propio país, debe tener una reacción rápida de parte de una región aun dominada por grandes diferencias ideológicas. A pesar de los futuros procesos electorales, los líderes políticos de América latina y el Caribe deben esforzarse en ir más allá del dialogo político declarativo, hacer lo posible para que las grandes potencias regionales apoyen a México en una reconversión económica con vista al Sur. Además, se deben reforzar los vínculos con Asia no solo para los miembros de la Alianza del Pacifico, sino también generar una verdadera plataforma para los países de la región. La última cumbre de la CELAC celebrada en República Dominicana careció de un número importante de mandatarios. No podemos darnos el lujo de tal ausentismo. Las cancillerías de la región latinoamericana y caribeña deben, en pro de nuestros valores y del desarrollo sostenible de nuestra región, reforzar los mecanismos de integración entre nuestros países.
Quizás, en este, uno de los peores momentos, encontremos un buen momento para reforzar los lazos entre América latina y el Caribe con los Estados Unidos. El país del Norte tiene una gran oportunidad hoy de fortalecer sus relaciones culturales, políticas y sociales con el Sur. Hoy, de Estados Unidos no debe importarnos un Presidente irracional y narcisista, pero si sus intelectuales, sus artistas, o esos funcionarios y diplomáticos que están renunciando en masa a la nueva administración. Podemos escribir la historia con los que creen sinceramente en esa idea que la posibilidad de un mundo mejor no puede esperar, y menos retroceder.
Las estrategias solitarias solo llevarán a Latinoamérica y el Caribe a perder voz en la escena global. La mayor amenaza será la ausencia de una concertación regional y un diálogo político fuerte para afrontar los próximos cuatro años. En palabras acertadas del canciller de Chile Heraldo Muñoz: “Ante el proteccionismo, mas integración; ante los muros, puentes”. Si, somos diversos, pero no nos equivoquemos. Seamos inteligentes y no débiles. Parafraseando a Mario Benedetti: “…y así entre todos logran, lo que era un imposible, que todo el mundo sepa, que el Sur también existe”.
Pierre Lebret es analista político
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