Es normal que los presidentes choquen contra sus opositores políticos y que tengan fricciones con otros países. Lo que no es normal es la diversidad, intensidad, peligrosidad y, a veces, la banalidad de los conflictos que origina el nuevo presidente de Estados Unidos. Sin embargo, Donald Trump no es un gobernante normal.
Los presidentes suelen gozar de un periodo de alta popularidad al inicio de su mandato. Trump, en cambio, tiene el porcentaje de aprobación más bajo jamás registrado en estos sondeos de opinión. Los intentos de hacer realidad sus principales promesas están naufragando, confronta amenazantes investigaciones criminales contra miembros de su equipo y no logra llenar las vacantes que le permitirían tener una mejor gestión. Las filtraciones de información que salen de la Casa Blanca son incesantes. China está ocupando rápidamente los espacios de liderazgo mundial que EE. UU. está abandonando, y la Rusia de Putin intenta influir en las elecciones europeas tanto como lo hizo en las presidenciales americanas.
En vista de todo lo anterior, cabría pensar que Trump buscaría estabilizar la situación, construir alianzas y no abrir nuevos frentes. Pero el Presidente está haciendo todo lo contrario. Estas son tres de las principales guerras internas de Donald Trump.
Contra su propio partido: todos los partidos políticos tienen facciones, y el Republicano no es una excepción. Sus divisiones internas impidieron que se aprobara la ley que desmantelaría la reforma sanitaria impulsada por Barack Obama. ¿La reacción de Trump? “Debemos pelear contra ellos”, refiriéndose a los miembros de su partido que no estuvieron a favor de su propuesta. Si bien ambas partes harán esfuerzos por mostrar que han superado sus diferencias, la realidad demostrará que estas divisiones tienen efectos duraderos. La guerra de Trump contra quienes no apoyen sus iniciativas no desaparecerá, aunque implique luchar abiertamente contra los líderes de su propio partido.
Contra las agencias de inteligencia: los servicios de inteligencia de EE. UU. emplean a más de 100.000 personas que trabajan en 17 organizaciones diferentes. Si bien en el pasado han existido fricciones entre esta comunidad y la Casa Blanca, nunca antes el conflicto había sido tan fuerte. Trump ha dicho que estas agencias son tan deshonestas como los medios de comunicación que diseminan noticias falsas. También las ha llamado ‘nazis’. Por su lado, las agencias de inteligencia emitieron un informe cuya conclusión es que el Krem-lin influyó en las elecciones de EE. UU. y que Vladimir Putin tiene una clara preferencia por Trump. James Comey, director del FBI, ha confirmado que su organización está investigando la posible colusión de miembros del equipo de Trump durante la campaña electoral con agentes de inteligencia rusos.
La guerra contra el Banco Central de EU. UU., la Reserva Federal: esta guerra aún no ha comenzado, pero viene. A los presidentes les gusta que las tasas de interés sean más bien bajas, lo cual suele estimular el consumo, la actividad económica y el empleo. Pero si la economía se ‘recalienta’, el déficit fiscal aumenta, el dinero en circulación también y los precios comienzan a subir, es deber del Banco Central aumentar las tasas de interés para mitigar los riesgos de una alta inflación y otros males económicos. Cuando aún era candidato, el actual presidente ya había expresado su opinión sobre la gobernadora de la Reserva Federal, Janet Yellen. “Debería avergonzarse de sí misma”, dijo Trump. ¿Por qué? Porque Yellen declaró que quizás habría que subir las tasas de interés.
Estas tres son guerras internas, pero la pugnacidad de Trump también se manifiesta en las relaciones internacionales de su país. Y el peligro más grande es que sus derrotas internas lo motiven a buscar peleas afuera. No sería el primer líder de un país que usa un conflicto externo para distraer de sus problemas internos. Putin le puede dar lecciones sobre eso.
Leave a Reply
You must be logged in to post a comment.