Normalization of US-Cuba Relations: Beyond Trump

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Aun antes de llegar a la Casa Blanca, Donald Trump no escondió sus intenciones con Cuba. Su postura crítica hacia el acercamiento con la Isla durante la presidencia de Obama se acompañó de la promesa de negociar “un mejor acuerdo” con La Habana.

Conforme las elecciones se acercaban, Trump fue siendo menos equívoco.

Durante las primarias, una y otra vez dijo que pensaba que retomar las relaciones diplomáticas con Cuba estaba “bien”, pero añadió que los estadounidenses y los cubanos no obtenían lo suficiente a cambio de ello. En marzo de 2016, dijo a CNN que “probablemente” mantendría las relaciones diplomáticas con Cuba, pero que querría “mucho mejores tratos de los que hemos hecho”. Luego, como nominado, su retórica se escoró para cortejar el voto cubano de Florida. Trump prometió cerrar la embajada recién abierta en La Habana y dejó claro que el proceso iniciado por Obama no tenía respaldo legislativo y que los 18 acuerdos suscritos entre ambos países en diferentes esferas, se podían deshacer.

La hipótesis sobre “el milagro del retroceso” ha tomado fuerza, a partir de la presencia de algunos cubanoamericanos belicosos en la periferia de la Administración Trump. Ellos, encabezados por Marco Rubio, están convencidos de colocar de nuevo a Cuba en la lista de países promotores del terrorismo, lo que conllevaría, de inmediato, a un congelamiento y eventual retroceso de los vínculos bilaterales.

En efecto, sobre el papel, sería relativamente sencillo volver a la vieja línea dura.

Los cambios regulatorios de Obama podrían ser fácilmente revertidos. Pero en la práctica, sería enormemente engorroso y complicado desmantelar los dos años de avances y acuerdos propiciados por el saliente Obama y las autoridades cubanas.

Una cuestión de suma importancia es que círculos muy influyentes del gran capital estadounidense ya tienen claros intereses en la isla. Desde el histórico viaje del presidente Obama a La Habana, en marzo de 2016, cuando la cadena hotelera Starwood firmó el primer acuerdo con las autoridades cubanas desde 1959; muchas otras, y una decena de aerolíneas han seguido su ejemplo.

Nuestro país constituye un destino clave para cruceros norteamericanos. Hace poco, el 7 de marzo, arribó a La Habana la compañía estadounidense de cruceros Norwegian Cruise Line Holdings Ltd, la tercera empresa estadounidense de cruceros que viaja a Cuba, luego del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana en 2015. Esta empresa constituye una de las transportistas más importantes de la actividad de cruceros a nivel internacional, con más de 50 años de trayectoria. En el resto del año, Norwegian planea otras nueve llegadas a Cuba con diferentes barcos.

Es aquí donde el ala dura del Partido Republicano tiene el mayor obstáculo para volver al pasado: la inercia de una apertura económica suculenta para esas firmas y otras de la talla de Verizon, MasterCard, Tyson Foods o Netflix.

“Entre el abanico de intereses económicos que tienen un interés particular en el mantenimiento de estas políticas, y dado el muy firme compromiso de la Cámara de Comercio de EEUU en estos cambios de política, y la naturaleza transaccional de Donald Trump como empresario, estamos viendo un statu quo, declaró Christopher Sabatini, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Columbia.

Recientes debates y escritos de un numeroso grupo de expertos en el tema “Cuba-Estados Unidos”, desde el profesor de Harvard, Jorge I. Domínguez, hasta el conocido abogado Pedro Freyre e incluso el almirante (r) Stavridis, actual decano de la muy respetada Fletcher School of Law, tienden a descartar un escenario de retroceso de 180 grados; y se inclinan a pensar,

como la peor de las hipótesis, en un estancamiento o muy lentos avances. Y todos coinciden en destacar que iniciativas cubanas en la continuidad de sus “reformas” y rediseño internos deberán alimentar los escenarios más constructivos.

Ello se ve favorecido por el creciente cambio de la opinión hacia Cuba. Según una encuesta de CBS y ‘The New York Times’ elaborada este año, el 58% de los estadounidenses está a favor de mantener la apertura diplomática, más del doble de quienes se oponen (25%). Incluso, los cubanoamericanos simpatizan cada vez más con el deshielo; el 53% de los menores de 49 años lo apoya, frente al 39% que lo rechaza, dice ‘Miami Herald’. Entre los jubilados, la oposición sigue siendo ligeramente mayor (53%).

Organizaciones como Cuba Study Group, U.S.-Cuba Business Council, Latin America Working Group, National Foreign Trade Council y la propia Engage Cuba, consideran el progreso hacia la normalización de las relaciones bilaterales como la mayor oportunidad de reducir la migración irregular y perfeccionar la gestión de fronteras, entre otros beneficios.

Por otra parte, no parece muy probable que los aliados más cercanos de Estados Unidos (Canadá, Japón, la Unión Europea) secunden la idea de retroceso basado en el restablecimiento de Cuba como país promotor del terrorismo. Todo lo que estos aliados han hecho y, continúan haciendo, es justamente avanzar en los procesos de normalización y de promoción de proyectos de beneficio mutuo. Sólo dos ejemplos recientes: si usted camina desde Prado y Malecón hasta el Parque Central encontrará —donde hace un par de años no había nada— seis proyectos franceses, y no sólo de hoteles, sino la simbólica reapertura de la Casa Guerlain.

Y Japón, contribuirá a la implementación de importantes proyectos para el desarrollo económico y social de Cuba mediante dos programas de asistencia financiera no reembolsable en áreas como la agricultura, infraestructura y el manejo de desechos.

Sin embargo, no es posible ignorar que entre los asesores de la Casa Blanca predomina todavía la creencia de que la irritación provocada por la permanencia del bloqueo precipitará un estallido de protesta popular que pondrá fin a la revolución cubana. En la perspectiva de la administración Trump, la “normalización Estados Unidos-Cuba” no sería más que la restauración del capitalismo en la isla a través de actos de sedición, infiltración, entre otros, combinados a su vez con la imposición de reformas económicas de tipo neoliberal, incluyendo una “poderosa medicina económica” que sería administrada por el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Así pues, el aspecto crucial para Cuba en el camino hacia la verdadera normalización de las relaciones económicas con Estados Unidos es lograr la reactivación de la economía cubana y avanzar efectivamente en las líneas estratégicas de desarrollo del país, de forma tal de asegurar la diversificación de sus relaciones comerciales y financieras internacionales de cara al futuro. Ello resulta esencial para el éxito del actual proceso de actualización del modelo económico y social cubano, a la vez que para la construcción del socialismo próspero y sostenible.

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