Trump vuelve a congelar la relación con Cuba
El portazo de Trump a seguir avanzando en el proceso de normalización de relaciones con Cuba no ha sorprendido. El republicano fue especialmente crítico con el histórico deshielo entre EEUU y la isla auspiciado el año pasado por Obama. Y prometió revertir la situación si llegaba a la Casa Blanca, sobre todo porque el apoyo de sectores anticastristas resultaba fundamental para lograrlo.
La realpolitik tiene sus límites y Trump no piensa romper los lazos diplomáticos con La Habana. Pero ha retomado la retórica hostil a la que nos tiene acostumbrados con una ardiente defensa del embargo. Y, sobre todo, ha dado marcha atrás en la apertura económica. Así, Washington volverá a limitar los viajes de los estadounidenses a Cuba y prohibirá las transacciones con el enorme conglomerado de empresas militares en la isla, que manejan el grueso de los negocios, ya que controlan tanto el sector estatal como el turístico. Con el cambio de postura respecto a su predecesor, Trump pretende elevar la presión sobre el régimen castrista y no está dispuesto a ningún tipo de acercamiento en tanto en cuanto no se produzcan avances prodemocráticos y gestos como la liberación de los presos políticos.
Es cierto que el deshielo entre EEUU y Cuba, que fue muy bien acogido por toda la comunidad internacional, implicaba contraprestaciones por parte de La Habana que no se han dado. Lejos de haberse producido alguna apertura y de haberse avanzado en el respeto de las libertades y los derechos humanos, el castrismo se ha enrocado por completo. Desde ese punto de vista, no cabe criticar a Trump por ejercer presión. Ahora bien, la política exterior de EEUU respecto a Cuba debe ser equilibrada y sumamente inteligente, en apoyo de los cubanos. Caer de nuevo en la tensión máxima sería muy contraproducente.
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