¿Este tipo no tiene nada mejor que hacer?
Trump somete al orden internacional a la máxima imprevisibilidad
El presidente de Estados Unidos, el gran trastornador mundial, aprovechaba esta semana el lanzamiento de un misil balístico intercontinental norcoreano, supuestamente capaz de alcanzar Hawái o incluso Alaska, para preguntarle a Kim Jong-un, el también imprevisible y extravagante presidente del paupérrimo reino ermitaño de Corea del Norte: ¿No tiene este tipo nada mejor que hacer en su vida? Los desconcertados aliados de EE UU y una buena parte de sus conciudadanos podríamos plantearle la misma pregunta a Donald Trump. Los extremos se tocan y dos personalidades inestables provocan chispas.
¿No tiene nada mejor que hacer el inquilino de la Casa Blanca que someter al orden internacional a la máxima imprevisibilidad, actuar como el pirómano de las instituciones democráticas, empezando por la presidencia que alcanzó con la interferencia, o al menos algún tipo de impulso —en grado todavía desconocido—, de la Rusia de Vladímir Putin? Alienta la división de la UE, otro desplante a Alemania, iniciando su segundo viaje al viejo continente por Polonia, cuyo Gobierno, xenófobo, nacional populista, interfiere en el poder judicial y restringe la libertad de prensa. Ha utilizado Varsovia para lanzar un discurso nacionalista y apocalíptico cuestionando que Occidente tenga la voluntad de sobrevivir.
Sus constantes mentiras, sus zafios ataques a la prensa, el diálogo descerebrado que ha establecido a través de sus tuits, su incapacidad para despejar las dudas sobre la supuesta trama rusa, su insólita negativa a mostrar sus declaraciones de renta, su inepcia para distinguir la presidencia de los negocios de la familia sepultan su presidencia cuando todavía no ha cumplido los seis meses.
Ya ha logrado hundir la imagen de EE UU en el mundo e incrementado la polarización del país. Trump, afirma The Economist, no solo es el síntoma de la división, sino también su causa. Su agenda legislativa está en blanco, a pesar de contar con mayoría republicana en el Congreso. No ha conseguido su propia reforma sanitaria para sustituir al Obamacare. La ley que propone el presidente dejaría sin asistencia sanitaria a 23 millones de ciudadanos, muchos de ellos votantes de Trump.
Para establecer su filosofía proteccionista, Trump abandonó el importante acuerdo comercial transpacífico, regalándole una baza a China no solo económica, sino también política. Tuvo que tragarse el fiasco de utilizar a Taiwán frente a Pekín demostrando su abisal ignorancia internacional y no consiguió, como ingenuamente creyó, engatusar a Xi Jinping invitándole a su palacete de Florida. Aflojó las exigencias comerciales frente al gigante asiático para conseguir que China frenara la carrera nuclear de Corea del Norte. Pekín no lo ha hecho y Trump resucita una retórica de solución militar para un conflicto que no la tiene. Sin política sensata en Asia, menospreciando a Europa y erosionando la relación transatlántica, Trump empeora la relación con la Rusia de Putin, tras su cortejo inicial y su admiración declarada por el fuerte liderazgo del presidente ruso. ¿Este tipo no tiene nada mejor que hacer?
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