El victimismo ante Trump no es la mejor táctica
En los medios informativos de Estados Unidos empieza a cundir un nuevo consenso, al cabo del primer y convulso semestre de la Presidencia de Donald Trump: es hora de dejar la obsesión con el último tuit o la última soflama contra la prensa y de centrarse en el análisis de la acción o inacción política de Trump. Es posible que la guerra contra los medios sea ahora mismo la mejor arma del personaje: denunciando como fake news cualquier información adversa y cualquier juicio periodístico negativo, está en su terreno, en el de la invectiva y la denuncia contra unas siniestras elites alejadas del pueblo llano. Y los partidarios del presidente siguen siendo particularmente sensibles a esos argumentos porque son emocionales, frustrados y rabiosos, pero muy aceptables en una era y en una franja de la sociedad en la que es ya más importante creer, formar piña frente a lo que se percibe como el enemigo común, que enterarse de la realidad de los hechos, analizarlos y juzgarlos, como solía ser el proceso de toma de decisiones en las democracias antes de votar. Es hora de recuperar ese proceso, piensan cada vez más norteamericanos, y de rebajar el tono de apasionamiento que lleva a la ceguera. Que, de hecho, ya lo hizo antes de las elecciones de 2016.
Si para el periodismo ha llegado la hora de ahondar más en la información y el análisis y menos en los editoriales, para el Partido Demócrata parece que todavía no ha llegado del todo la de cambiar su chip mental y político: no todo va a ser denunciar cualquier abuso o cualquier favoritismo de Trump, que los hay por doquier, sino de empezar a reconquistar votos perdidos con unas propuestas estructuradas, inteligibles, positivas para esa franja del electorado que forman las clases medias y populares, y que convenzan a más votantes de que esas propuestas les convendrán más que las ayudas al carbón, el recorte de los seguros médicos o el muro con México.
Ahí se topan los demócratas con un problema parecido al de muchos otros representantes de lo que a amplios rasgos podría describirse como la socialdemocracia en Occidente: las recetas a golpe de gasto y de impuestos, dentro de una deriva vagamente reestatalizadora, siguen sin convencer mucho, y eso que la crisis sufrida desde 2008 ha hecho crecer el desencanto con el sistema en todas partes.
Queda, pues, todo un camino por delante en la reconstrucción de un ambiente informativo y político más normal y racional en torno al fenómeno Trump. Y la preocupación es que, si no se avanza mucho en ese camino antes de las elecciones de mid-term en 2018… los demócratas pueden volver a salir escaldados.
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