Pyongyang Has Crossed the ‘Red Line’

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Pyongyang ha cruzado las ‘líneas rojas’

Por primera vez en mucho tiempo, los mercados internacionales dan signos de preocupación por la escalada de la amenaza norcoreana. Así, Wall Street inició ayer la sesión con ligeras pérdidas que los analistas achacaron a la tensión por el pulso de Pyongyang. El último régimen estalinista del planeta dio detalles sobre un hipotético plan para atacar este mes las inmediaciones de la base estadounidense de Guam, un pequeño territorio de gran importancia geoestratégica en medio del Pacífico. Echaba de este modo más leña al fuego de su choque verbal sin precedentes con EEUU.

Corea del Norte amenazó con “un mar de fuego” a Washington por las duras sanciones económicas en su contra aprobadas el fin de semana por el Consejo de Seguridad. Y el miércoles intensificó su retórica provocadora y le desafió con el lanzamiento de cuatro misiles contra Guam. Por su parte, Trump -con cierta imprudencia y sin consensuarlo con sus asesores- respondió a Kim Jong-un con que se encontrará “con un fuego y una furia como el mundo no ha visto nunca”, recordándole algo tan obvio como que el poderío militar estadounidense es muy superior.

A lo largo de las últimas décadas, ha habido muchos episodios de gran tensión provocados por las amenazas de Pyongyang, inmersa en una carrera sin tregua para ingresar en el exclusivo grupo de potencias que cuentan con el arma atómica. Pero se dan ahora circunstancias inquietantes que disparan los temores y los riesgos de que pueda acabar produciéndose algún tipo de choque bélico en la región, con consecuencias impredecibles.

Para empezar, parece que el régimen de Kim Jong-un se ha instalado en una huida hacia adelante tan alocada que le impide calibrar hasta dónde puede tensar la cuerda sin provocar una catástrofe. No ya sólo por estas amenazas tan directas a EEUU -de producirse un ataque a su territorio, se desataría una guerra instantánea que supondría el final del régimen de los Kim, pero podría causar muchas bajas en países vecinos como Corea del Sur o Japón-, sino también por las acciones de los últimos meses. Recordemos que Pyongyang ha realizado dos ensayos de lanzamiento de misiles intercontinentales desde que Trump llegó a la Casa Blanca, haciendo caso omiso a sus advertencias y agotando su paciencia.

El cambio en la estrategia seguida por el republicano para afrontar este conflicto respecto a sus predecesores -en especial, Obama- es otro de los factores que añaden incertidumbre y mucha inquietud. Durante años, la Casa Blanca ha tratado de distender la tensión, impulsando vías de negociación a varias bandas -sin éxito, en honor a la verdad- e instando a China a ejercer su influencia sobre Pyongyang. Las sanciones que se le venían imponiendo al régimen eran relativamente limitadas y Washington aplacaba el temor de sus socios en la región -Seúl y Tokio- reforzando las alianzas militares y los sistemas de defensa.

Pero la Administración Trump parece decidida a ir más lejos. Cree que la inacción de la comunidad internacional y el paso del tiempo están jugando a favor de Kim Jong-un. Porque, según los expertos, muy probablemente todavía no tiene capacidad tecnológica para miniaturizar cabezas nucleares que pudieran ser usadas con éxito en misiles balísticos intercontinentales. Pero todo indica que ya está cerca de lograrlo, lo que sí le convertiría en un enemigo realmente peligroso. Eso es lo que quiere evitar a toda costa EEUU. Y lo que explica la ansiedad con la que está actuando Trump, despertando el recelo de un aliado como Corea del Sur, que teme las dramáticas consecuencias para su población que tendría que la escalada verbal entre Washington y Pyongyang acabe dando paso esta vez a algún choque bélico.

En este escenario, lo más urgente es la rebaja de la tensión bilateral. Y, a partir de ahí, se hace imprescindible que China ejerza toda la presión sobre Corea del Norte para la que está facultada, pensando menos en el mantenimiento del statu quo regional, que hasta ahora es lo único que ha guiado a Pekín, y más en su responsabilidad para frenar el estallido de un conflicto que sería devastador para todos.

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