Trickery

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Charlatanería

El problema de marcar una hoja de ruta hacia el pasado es que cuando el futuro llega, no hay plan

El año 2016 estuvo marcado por el regreso del dictum nietzscheano: “No hay hechos, solo interpretaciones”. Y así, vimos convertir el juego político en la habilidad para encapsular, en eslóganes efectistas, los estados de ánimo de la sociedad. “Make America Great Again” y “Take Back Control” fueron los lemas de dos insurrecciones electorales, la de Trump y la del Brexit, que supieron recoger esa acústica emocional. Lo que importó no fue su veracidad sino su impacto.

¿Cuál es el significado visceral al que dieron resonancia? Ambos son emblemas regresivos y consoladores en busca de algo perdido; promesas del pasado ante los atemorizadores cambios contemporáneos. Sin embargo, a pesar del esfuerzo por recrear la realidad, esta siempre se impone. Y así, en el camino hacia el refugio identitario, Reino Unido se topó con un periodo transicional que la obliga a mantener temporalmente su estatus con la Unión Europea, pero sin voto en Bruselas.

Son los problemas de marcar una hoja de ruta hacia el pasado: cuando el futuro llega, no hay plan. Y hasta que lo haya, el añorado viejo imperio deberá seguir bajo la jurisdicción de los tribunales europeos, aceptando la libre circulación y contribuyendo al presupuesto comunitario, pero sin capacidad de influencia. Lo mismo Trump, que buscó la autoafirmación en un enemigo y la encontró en el simbolismo de Obama. Cualquier proceso de identificación exige una oposición. Sin embargo, después de convertir el obamacare en una de sus promesas estrella, ha sido incapaz de construir una mayoría que acabe con él.

Las ficciones siempre chocan con la realidad, y estos ejemplos nos advierten sobre el régimen de la promesa regresiva. El campo político es el lugar desde donde explorar la realidad y concebir y gestionar el horizonte de expectativas que llamamos futuro. Quizás los emblemas de autoafirmación produzcan movilizaciones políticas, pero son palabras que nacen muertas. Captar estados emocionales no implica describir qué es lo que la gente está viviendo sensiblemente, y sin eso, no hay forma posible de organizar el mundo y mostrar un rumbo o esbozar un horizonte. Esto ocurre cuando el lenguaje político se transforma en pura charlatanería.

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