KKK hoy
La ambivalencia a la hora de condenar el racismo legitima el racismo.
Dos días tardó el presidente norteamericano Donald Trump en condenar los repugnantes actos de violencia en Charlottesville, Virginia, que dejaron tres muertos y 35 heridos, solo para 24 horas después dar vergonzosa marcha atrás afirmando ayer que “ambos lados” fueron responsables.
Desde un principio se lo vio ambivalente a la hora de rechazar los ataques del sábado 12 de agosto protagonizados por aquellos supremacistas blancos que pretendían “unir a la derecha”, pero terminaron exacerbando el fanatismo que no ha conseguido ser cosa del pasado. Trump dijo el lunes 14 lo que se espera de un demócrata: “El racismo es el mal. Y aquellos que causan violencia en su nombre son criminales y matones”, afirmó presionado por la indignación que causó su tibieza. Condena que ya, tras la triste salida en falso de el martes, ha perdido del todo cualquier valor, si es que lo tuvo.
La lentitud de Trump contrastó con la valiente e inspiradora reacción del gobernador de Virginia, Terry McAuliffe: “Váyanse a casa –les dijo a los manifestantes que llenaron de violencia las calles de Charlottesville–, no son bienvenidos en este territorio”. Y agregó: “Ustedes pretenden ser patriotas, pero son todo, menos eso”.
Pues no puede ser que a estas alturas de la historia, luego de décadas de luchas por los derechos civiles y superados los tiempos en los que el racismo no era considerado violencia, un demócrata titubee a la hora de oponérseles a manifestaciones en las que participan supremacistas blancos, neonazis y miembros del Ku Klux Klan. Se trata solo de ponerse del lado de la ley.
La ambivalencia a la hora de condenar el racismo legitima el racismo: el odio con el que el líder de los Leales Caballeros Blancos mira y le habla a la periodista colombiana Ilia Calderón, en una reciente entrevista para la edición nocturna del Noticiero Univisión, es una señal más de que los fanáticos segregacionistas se han estado sintiendo en libertad para detestar, para perseguir, para llamar a un encono que se había vuelto impensable.
Según el Southern Poverty Law Center, en los últimos dos años los grupos del KKK pasaron de 71 a 130. Esta cifra prueba que es necesario volver a ser intolerantes con la intolerancia.
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