Bullets over Las Vegas

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No es sólo un “acto de pura maldad”. No. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se equivoca al calificar así a la reciente masacre en Las Vegas, donde murieron más de 59 personas y resultaron heridas otras 527, luego de que Stephen Paddock, estadunidense, blanco, de 64 años, abrió fuego desde su habitación del piso 32 del hotel Mandala Bay contra miles de personas que disfrutaban un festival de country en la calle.

Especifico nacionalidad, raza y edad porque tratándose de Trump son factores importantes. Seguramente si hubiera sido migrante, joven y latino, lo hubiera usado de pretexto para reimpulsar su famoso muro y su discurso contra los bad hombres. Pero no. El asesino es uno de los que Trump considera como suyos y cometió la peor masacre a tiros en la historia de ese país.

Un contador retirado, sin antecedentes penales, que acostumbraba ir a Las Vegas para apostar, asistir a conciertos; le gustaba viajar en cruceros y comer burritos en Taco Bell. Vivió en dos localidades con el mismo nombre, Mesquite, Texas, y Mesquite, Nevada. Ya sólo faltaría agregar lo republicano. Pero todavía no se conoce.

Nevada tiene una de las legislaciones más flexibles en la compra de armas, no limita el número y los ciudadanos pueden portarlas en público. Sólo se necesitan los requisitos más básicos: tener 18 años como mínimo, para la compra de rifles; 21, para pistolas cortas, y no contar con antecedentes penales. El asesino cumplía con todos los requerimientos. Así pudo comprar más de 10 e ingresarlas a su habitación del hotel.

A sus casi 100 días de gobierno, Trump fue el primer presidente estadunidense que participó en un encuentro con la Asociación Nacional del Rifle, desde Ronald Reagan. Durante esa convención prometió nunca interferir “con el derecho del pueblo a tener y portar armas. La libertad no es un regalo del gobierno, es un regalo de Dios” y remató con “tienen un amigo en la Casa Blanca”.

Cada vez que hay un nuevo tiroteo es imposible no establecer la relación entre el acceso a las armas y los ataques. Es caer en un lugar común. Pero al parecer para unos como Trump no es tan claro. Siguen pensando que la libertad es tener y portar un arma. Las acciones de grandes fabricantes de armas suben tras los tiroteos porque se incrementa la demanda. Según los expertos, eso ocurre porque muchas personas temen que se endurezcan la legislación de armas y compran más.

El ejemplo de Estados Unidos nos debería servir a los mexicanos. Tener un arma no te hace ser más libre. Por el contrario, si ya somos una sociedad hiperviolenta, con balaceras e inseguridad, que cualquier persona tenga acceso a un arma y pueda adquirirla sólo siendo mayor de edad y sin antecedentes penales, seguramente desataría más eventos parecidos al ocurrido a inicios de este año en el Colegio Americano del Noroeste, en Monterrey, donde un estudiante de secundaria, de 15 años, mató a su maestra con un arma de fuego e hirió a tres de sus compañeros y después se suicidó.

Los programas como el desarme voluntario funcionan y también ignorar y congelar iniciativas como las del senador panista Jorge Luis Preciado, quien quería permitir la portación de armas de fuego en comercios, casas y autos. Ahora sólo falta que se aplique la ley y se mejoren los controles en las fronteras para evitar que lleguen a los grupos delictivos. Ahí está el gran trabajo de las autoridades respecto a las armas en México.

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