Patience, Tolerance and Prudence

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Cuando le dije a mi esposa que además de su mamá, su tía, sus sobrinos, mi hija y mi nieta, también invitaría a disfrutar de las incomodidades de la casa a mis amigas Paciencia, Tolerancia y Prudencia me contestó: tráelas, falta que hacen. Las tres me han acompañado desde que mi mamá me las presentó tan pronto tuve uso de razón. El éxito que haya podido tener en la vida es gracias a sus consejos.

Paciencia es tranquila pero enfocada. Estuvo conmigo desde las cuatro de la madrugada en las tres ocasiones que me tocó hacer la larga cola de la gasolina, me acompañó en la inmensa fila del banco para depositar la renta y sacar dinero en efectivo, y fue una compañera extraordinaria en el descomunal tapón que se formó cuando nos azotó, digo, nos visitó el presidente Donald Trump, y no me deja solo cuando ando errante, como una ráfaga desprendida del huracán, buscando aunque sean tres rayitas de señal en mi celular. Cada vez que le doy las gracias por estar ahí, conmigo, me dice: tranquilo que esto apenas está comenzando, cuando hay crisis como éstas, lo difícil son los primeros tres meses. El humor es un gran aliado de mi amiga Paciencia.

Tolerancia es una general. Su disciplina interior es la envidia de los grandes maestros de las artes marciales orientales. Cuando Paciencia se ausenta, la gente explota por la más mínima tontería: el vaso puesto donde no va, la ventana abierta que se debe cerrar porque están robando por ahí, el uso de dos cubos en vez de uno para bañarse, el refresco caliente, la comida fría, el ruido de la planta del vecino. Tolerancia debiera tener un puesto permanente en la Agencia para el Manejo de Emergencias. En mi urbanización se la pasa de casa en casa y, gracias a ella, la convivencia ha sido el mejor regalo de María. Tolerancia me ha dicho que al final de esta odisea tendremos suficientes puntos acumulados para no tener que parar en el purgatorio camino al cielo.

Prudencia es la más callada de las tres. La única vez que la he visto alejarse de sus amigas inseparables, Tolerancia y Paciencia, fue cuando observaba la transmisión de la visita del presidente. Prudencia tiene como norma no decir cosas en medio de un coraje; en esas discusiones donde todo el mundo puja por tener la razón, ella prefiere callar y ser amable; en el supermercado, al que siempre va con Paciencia, no se excede en las compras; en vez de llenar el vaso de hielo, cuando se consigue, solo se echa dos o tres cubitos; se queja poco; y, se abstiene de comentarios apocalípticos tales como que esto va a durar más que en Hugo.

Con mis tres amigas al lado, observo mi isla. Puerto Rico vive una angustiosa pausa, una pausa que podría tener consecuencias más devastadoras que el impacto inicial del huracán María, pero que también podría servirnos del detente, hace tiempo necesario, para repensar el país que queremos. Hay efectos económicos y sicológicos negativos que no podemos negar.

Les recomiendo el asesoramiento de Paciencia a aquellos profesionales que intercambian servicio por dinero donde cada día de pausa es una sangría económica. Lo mismo para los que trabajan por hora y la empresa en la cual laboran está detenida. Necesitamos a Paciencia en la industria del entretenimiento que sufre un impacto devastador. Si no hay electricidad, no hay teatros, sin teatros no hay funciones, sin funciones no hay ingresos. Lo mismo aplica para un sinnúmero de otros profesionales.

Recomiendo el asesoramiento de Prudencia y Tolerancia para lidiar con el aspecto sicológico que la pausa ya tiene en los más vulnerables: niños y ancianos. Los niños ven dramáticamente alterada su rutina. Mis padres, de noventa y dos ella, de ciento tres años él, se han tenido que adaptar a dormir en casa de una de mis hermanas en lo que la casita en la que han vivido por setenta y dos años puede ser reconstruida. Por suerte, ellos tienen una amiga adicional a Paciencia, Tolerancia y Prudencia, y es Fe.

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