It was the perfect location: the Ronald Reagan Building, named after one of the presidents that incited the dirty wars known as “low intensity conflict.” The new leader in the White House, Donald Trump, explained his National Security Strategy as a way of fine-tuning the objective launched during his “America First” election campaign, clearly evidencing his imperial nature. This is not a policy for 2018. It is drawing guidelines for an immediate future, except that it looks only at the past, at a policy and era of constant tensions and confrontations, which the world has already experienced and which was known as the Cold War.
I have said more than once that this is a president in reverse gear. But as he rolls backward without the rearview mirror of experience, he could run over anything, and his constant threats indicate that he is ready to do it.
The strategy has two basic aspects, one related to foreign policy and one related to defense. The military seems to prevail in the 70-page strategy document, where Russia and China are designated as “rival powers,” obstacles to plans to dictate to a world that the U.S. sees as a servile second child, rather than a world it sees in its image or likeness. Although Trump states that the U.S. will seek “cooperation” from them, there were direct threats to Iran and North Korea. With good reason, the Trump’s audience at the strategy announcement was predominantly military along with top administration officials.
Trump pointed out that “we will stand up for ourselves, and we will stand up for our country like we have never stood up before.” He stated that the strategy demonstrated “every dimension of our national strength” and it explained what should be done to position the U.S. “in the place it deserves.”* In this manner, he spoke of creating borders – you already know where –and also about barring entrance to citizens according to their nationality or religion, as in the case of the excluded Muslims.
In the mandate to “defend the homeland,” the administration includes an international economic plan designed to defend the interests of the United States above the interests of the rest of the world. Defending those interests implies strengthening the military, which Trump is securing with almost $700 billion in allocations to the Pentagon for the 2018 fiscal year. According to Trump, rearmament is the way to achieve security, although in reality it is the path that leads to enrichment of the great death industry.
One asks oneself: Where is diplomacy? Diplomacy is nothing more than an element that is subordinate to military intentions. Perhaps Secretary of Defense James Mattis made this clear when he explained that those who make up “the world’s most lethal armed force” are the ones who “ensure our diplomats always speak from a position of strength.”
The reactions have been swift: Russia protested; China spoke; Iran affirmed that the nuclear accord would remain in force in spite of Washington.
But Washington, Trump’s Washington, is tenacious and directed against humanity. “A nation that is not prepared to win a war is a nation not capable of preventing a war,” said the new Caesar.
*Editor's note: Although accurately translated, the quoted remark could not be independently verified.
Un presidente de marcha atrás
Más de una vez lo he dicho, este es un presidente de marcha atrás. Solo que en esa maniobra, en la que no lleva el espejo retrovisor de la experiencia, puede atropellar a cualquiera
Publicado: Miércoles 20 diciembre 2017 | 01:41:13 AM
Autor:
Juana Carrasco Martín
juana@juventudrebelde.cu
No es una política para el año 2018. Autor: Foreing Policy Publicado: 20/12/2017 | 01:29 am
El lugar, idóneo: el edificio que lleva por nombre Centro Ronald Reagan, uno de los presidentes que fomentó las guerras sucias bajo el nombre de «guerra de baja intensidad». El nuevo mandatario de la Casa Blanca, Donald Trump, expuso su Estrategia de Seguridad Nacional para poner a punto el propósito lanzado desde su campaña electoral America First, o lo que es igual Estados Unidos primero, en clara evidencia de su condición de imperio.
No es una política para el año 2018. Está trazando pautas para un futuro inmediato, solo que mira totalmente al pasado, a una política y una etapa de tensiones y confrontaciones constantes por la que ya transitó el mundo, y se conoce como la Guerra Fría.
Más de una vez lo he dicho, este es un presidente de marcha atrás. Solo que en esa maniobra, en la que no lleva el espejo retrovisor de la experiencia, puede atropellar a cualquiera, y por sus bravatas constantes, está dispuesto a hacerlo.
Dos aspectos elementales tiene esa estrategia, la relativa a la política exterior y a la defensa, y es el militar el que parece prevalecer en el documento de 70 páginas, donde Rusia y China son calificados como «rivales poderosos», valladares a sus planes de dictar ordenanzas a un mundo que quiere —más que a su imagen y semejanza— como servil segundón. Aunque dice que de ellos buscará «colaboración»… Las amenazas directas fueron para Irán y la República Popular Democrática de Corea.
Con razón, en la audiencia prevalecían los militares, junto a los altos funcionarios de la administración.
«Nos defenderemos a nosotros mismos y a nuestro país como nunca antes lo hicimos», apuntó Trump, quien dijo que en ese documento se mostraba «cada aspecto de la fortaleza estadounidense» y lo que se debe hacer para colocar a Estados Unidos «en el lugar que merece». De esa manera habló de «crear fronteras», ya usted sabe dónde, y también cómo cerrarles la entrada a ciudadanos por su nacionalidad o religión, tal es el caso de los excluidos musulmanes.
En ese mandato de «proteger la patria», el administrador de Washington incluye su plan económico internacional destinado a defender los intereses de EE. UU. por encima del resto del mundo. Y defender los intereses implica la fortaleza militar que se está asegurando con los casi 700 000 millones de dólares que se le otorgaron al Pentágono para el ejercicio fiscal 2018. El rearme es la vía para alcanzar la seguridad, en palabras de Trump, aunque en realidad es un camino que conduce a enriquecer la gran industria de la muerte.
Una se pregunta: ¿dónde queda la diplomacia? Y esta no es más que un elemento supeditado a las intenciones militares. Quizá lo dejó claro el jefe del Pentágono, James Mattis, cuando explicó que quienes integran la fuerza armada «más letal del mundo» son los que «garantizan que nuestros diplomáticos siempre hablen desde una posición de fuerza».
Las reacciones no se hicieron esperar: protestó Rusia, se pronunció China, Irán afirmó que el acuerdo nuclear seguirá vigente pese a Washington.
Pero Washington, el de Trump, es persistente y apunta contra la Humanidad: «Una nación que no está preparada para ganar una guerra es una nación que no es capaz de prevenir una guerra» apostilló el nuevo César.
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