Tremors on Wall Street

 

 

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Convulsión en Wall Street

La caída espectacular del Dow Jones el lunes no justifica una alarma financiera, pero advierte sobre las consecuencias de la ‘Trumpeconomics’

A pesar su espectacularidad, la caída de Wall Street en la jornada del lunes (descendió 1.175 puntos, el 4,6%, y arrastró a las Bolsas europeas) debe ser analizada con prudencia y sin caer en la tentación de las alarmas prematuras. Un análisis preliminar del descenso —ayer martes, el Dow Jones abrió al alza— ofrece algunas explicaciones que descartan precisamente la tentación catastrófica. En el hundimiento de las cotizaciones desempeñaron un papel importante las órdenes de venta automática, un mecanismo que amplifica las operaciones y enmascara los movimientos naturales del mercado.

La razón principal de la inquietud bursátil, manifestada en caídas durante la semana anterior, está en las dudas sobre la política monetaria, más concretamente las que suscita la cadencia actual de la subida de tipos pautada por Yellen. Según el sentir de una parte del mercado, la mejora de las tasas de crecimiento y empleo, junto con la política económica de Trump, facilitará una subida de la inflación, lo cual obligaría a la Reserva Federal a subir los tipos con mayor celeridad.

Ante el episodio del lunes hay que dejar claro que no estamos ante un pánico financiero; que las condiciones básicas de la economía estadounidense y mundial son las mejores del último cuatrienio y, por lo tanto, no justifican un empeoramiento sistemático y profundo de los mercados. No hay razones económicas ni monetarias (hay abundante liquidez en todos los mercados) para temer una crisis bursátil.

Pero también es un hecho que la política económica de Trump está favoreciendo el recalentamiento de la economía y que su política de tipo de cambio favorece la aparición de convulsiones esporádicas en el ámbito financiero. Por ello es necesario prestar atención a la marcha de la economía estadounidense. Aunque no hay razones para la alarma, las políticas de Trump empujan a la economía de EE UU y a la economía global hacia agudos desequilibrios.

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