Pompeo, el negacionista
Marina Aizen
El abrupto despido -vía Twitter- de Rex Tillerson del Departamento de Estado y su eventual reemplazo por el director de la CIA, Mike Pompeo, es una mala noticia. No porque Tillerson, ex CEO de Exxon Mobil, sea un adalid del ambiente, sino que bajo su égida, la diplomacia de los Estados Unidos siguió teniendo un papel relativamente constructivo en las negociaciones internacionales de clima, a pesar del estruendo político que causó la salida del país del Acuerdo de París. Por ejemplo, en Bonn, donde se hizo la última reunión de las partes, la representación enviada por Washington no se puso a torpedear el encuentro. Todo eso, puede cambiar ahora radicalmente. Y es algo que la diplomacia de la Argentina tiene que seguir atentamente, dado su papel de organizador del G20. Pompeo es uno de los negacionistas más locuaces que hay en Washington. Antes de ascender a jefe de los espías, fue representante del distrito donde está la ciudad de Whichita, en Kansas, que –oh, casualidad- es la sede de Koch Industries: la usina más grande de dinero contra la ciencia del cambio climático. Y Pompeo fue sistemáticamente financiado por los Koch: son las mieles de la democracia norteamericana. Aunque Tillerson fue un muy mal secretario de Estado (de hecho, la burocracia del organismo vivía desmoralizada), siempre se puede estar peor.
Las garras de China
China acaba de darle dientes y garras a su ministerio de ambiente, como forma de mostrarse activo contra el cambio climático y la contaminación que provocó en los ríos y el aire: el costó que pagó para convertirse en la fábrica del mundo. Sería extremadamente útil que el gigante asiático también pusiera el acento en lo que hacen las empresas de su país en otros lados. Aquí, por ejemplo, se aprestan a sacrificar el río Santa Cruz, una obra cara, mala, con aspectos demasiado oscuros en su concepción y diseño. Es bueno decir y hacer lo mismo, en todas partes.
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