Clowning Around With Nukes

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…y es verdad, soy un payaso,

pero qué le voy a hacer,

uno no es lo que quiere

sino lo que puede ser…

Payaso, Rafael Pérez Botija

Cuando en 2016 Corea del Norte intensificó su programa de pruebas con misiles de mediano alcance, supuestamente, portadores de ojivas nucleares sobre el mar, su objetivo no eran ni las costas de San Francisco o Portland, ni siquiera la islas de Hawái. Los cohetes norcoreanos tenían como blanco los medios de comunicación masiva, especialmente de Occidente. De pasadita, los medios de Corea del Sur.

El dictador de la parte norte de la península coreana quería dejar muy en claro que estaba tocando la puerta al club de los países con armas nucleares, buscando una membresía, así fuera de refilón. De manera similar, como la tocaron un día India y Pakistán cuando estaban enfrascados en disputas territoriales que devinieron en guerra. A la fecha, el club de los países con armas nucleares tiene ocho miembros. Los obvios: EU, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia. Se agregaron India y Pakistán y, más recientemente, Corea del Norte.

Corea del Norte no tiene la capacidad financiera, tecnológica, política y de personal de seguir el trend de una carrera de armamento nuclear seria. Un país que no tiene dinero para alimentar a todos sus habitantes con un cuenco de arroz al día, no puede darse el lujo de ser una potencia militar. Hace mucho que los ejércitos no se componen simplemente de muchos soldados, que es lo que Corea del Norte puede aportar, así sean famélicos jóvenes adoctrinados. La República Democrático Popular de Corea se está muriendo de hambre y está enviando misiles nucleares al aire. Exactamente: el objetivo militar era mediático.

Con toda su perversa astucia, Donald Trump cayó en la trampa y se supone que va a reunirse con el Presidente de Corea del Norte antes de mayo en un lugar y con agenda que no se ha dado a conocer. Como todas las decisiones de política exterior de Trump, la explicación dada por la vocero de la Casa Blanca ha sido vaga: no se dará el encuentro sin medidas “concretas” y Corea del Norte ha hecho ciertas promesas. El gobierno de Pyongyang asegura que durante las pláticas —esto es, de aquí a mayo— suspenderá sus pruebas nucleares.

Desde que Corea del Norte existe ningún presidente de los Estados Unidos se ha encontrado con un mandatario de esa nación; vamos, ni siquiera una llamada telefó-nica han tenido.

¿Qué se le perdió a Donald Trump en Pyongyang? Esa es la pregunta que se hacen todos los seres pensantes en el mundo. De hecho, si este acercamiento llevara a algún lado, el punto de llegada de esta montaña rusa es la reunificación de Corea. Algo que nadie quiere. Para China, que solventa el hambre de Pyongyang, Corea del Norte es su escudo en el sur, que se desvanecería. Para Japón, una Corea unificada es una amenaza potencial militar y comercial con la barata y hambrienta fuerza de trabajo del norte. Para Rusia cualquier demérito de su presencia en el área es malo.

¿Qué busca Trump? No es novedad: un escenario. Llamar la atención: será la estrella del circo de tres pistas, ser el payaso de la fiestecita. Declaró —tuiteó—ayer: o me levanto pronto o tendremos un acuerdo que el mundo no ha visto.

Hay quien busca quince minutos de fama en su vida. Trump quiere quince horas diarias. A toda costa.

Con nariz colorada incluida.

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