Donald Trump vs. Amazon (And Why He Will Lose)

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Donald Trump quisiera volver a una época en que Estados Unidos era el hegemón indiscutido del mundo. A un tiempo incluso en donde había una escalada armamentista en contra de los rusos (eso le apasiona). Pero su arcaísmo no se limita a ese machismo imperial e incluye también nostalgia por una economía menos productiva, cerrada a la innovación y al desarrollo, como lo muestra su profunda animadversión e incomprensión de Amazon, una de las empresas que han definido la economía global en las últimas décadas y que seguirá conculcando el orden establecido.

Donald Trump, millonario inmobiliario, que ha hecho su fortuna proveyendo descanso y diversión a otros millonarios, padece de un profundo desconocimiento del capitalismo moderno. Desconoce que la economía contemporánea descansa en la innovación permanente, en la brutal competencia por generar nuevos procesos, inventos y artefactos que revolucionen la forma en que consumimos, producimos, distribuimos, transportamos nuestros bienes y servicios y la manera en que usamos nuestro tiempo libre.

Donald Trump nació millonario y nunca tuvo que innovar nada, ni arriesgar nada. A él todo le fue dado y se ha dedicado a crear desarrollos inmobiliarios para que otros millonarios pongan sus oficinas o jueguen al golf. Hasta allí su talento como empresario.

Pero mientras Trump construía casinos y torres de oficinas y campos de golf, Steve Jobs inventaba el artefacto definitorio de la era moderna: la computadora personal, y fundaba la mayor empresa del mundo, Apple; mientras Trump satisfacía su ego siendo el protagonista de un reality show bastante estúpido (El Aprendiz), un excéntrico inventor, Jeff Bezos, usaba la recién expandida internet para vender libros a distancia, creando una empresa llamada Amazon, que tras destruir al sector de librerías, ha convulsionado una industria tras otra, renovando de manera radical la forma en que las mercancías llegan desde el lugar de producción hasta nuestros hogares y destruyendo el negocio de intermediación, reduciendo los precios y los costos para los consumidores.

Si la inflación, a pesar de diez años de una expansión monetaria descomunal por parte de los bancos centrales, no se ha disparado, muy probablemente sea gracias a empresas como Amazon, que ha eficientado dramáticamente la cadena de distribución, y como Apple, cuyos productos son usados por los consumidores para reducir el tiempo, los costos y los procesos de elección de sus bienes y servicios.

Una industria tras otra: desde la venta de libros, las agencias de viajes, la renta de autos, las transferencias bancarias, la compra de ropa y de comestibles, ha sido transformado de manera radical por Apple, Google, Amazon, Facebook y otros gigantes tecnológicos.

Esos gigantes han rebanado los costos de intermediación que existían entre el productor y el consumidor. La ineficiencia de comunicación y de información que existía antes de que esas empresas llegaran al mundo hacía que las empresas de intermediación florecieran: librerías, agencias de viajes, bancos, imprentas, brokers, comisionistas, los cuales incorporaban sus costos a la cadena de valor encareciendo los productos.

Amazon, Apple, Google y similares lo que han logrado es diezmar la necesidad de intermediación, mandando a la quiebra a miles de intermediarios y quedándose ellos con buena parte del valor que existía en ese nodo de la cadena, y dándole a los consumidores finales mejores precios.

El tuit loco de Trump la semana pasada es patente. “Han cerrado miles de negocios!” por culpa de Amazon, tuiteó el desquiciado huésped de la Casa Blanca. Sí. Es cierto, pero gracias a la eliminación de miles de intermediarios ineficientes ahora tenemos cientos de millones de consumidores que gozan de mejores precios y productos de mejor calidad en menor tiempo. El desarrollador de campos de golf tiene una miserable comprensión del proceso fundamental del capitalismo moderno: la destrucción creativa, le llamaba Schumpeter, la tremenda fuerza que implica la innovación tecnológica y el profundo impacto, con costos financieros y humanos incluidos, que se le aparejan.

Donald Trump piensa que tener el poder para disparar armas nucleares que viene con la Presidencia es suficiente para detener la marcha del capitalismo. No lo es. El desenfrenado se ha puesto la misión de detener a Amazon. No podrá. Será sepultado por la imparable marcha de la savia que mueve al capitalismo moderno: la innovación tecnológica.

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