Trump on the 2018 Ballot

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La campaña presidencial mexicana tiene un protagonista inesperado, Donald Trump. Es el quinto pasajero.

El mandatario de Estados Unidos distrae, indigna, preocupa, mete mucho ruido. En los hechos, a pesar de los esfuerzos de los candidatos presidenciales, ha sido él, Trump, el que ha impuesto la agenda informativa en la primera semana de campaña. Ni siquiera tiene que ir de gira o dar una conferencia de prensa mañanera. Lo hace tumbado en su cama de la Casa Blanca a través de su cuenta de Twitter.

Su nombre aparece en las primeras planas, mientras que los candidatos mexicanos tratan de llamar la atención de los medios pero sólo consiguen espacios secundarios. Trump nos tiene de nueva cuenta mordiéndonos las uñas. Ante sus acciones y ocurrencias no queda claro si lo mejor es reír, llorar o de plano ponerse a rezar. Juega con fuego. Sus berrinches son peligrosos.

Su más reciente desplante, desplegar a la Guardia Nacional a lo largo de la frontera con México, es un acto hostil, sin duda, pero absolutamente disparatado. Todavía hoy no hay claridad ni en México ni en Estados Unidos sobre los objetivos y alcances de la decisión. Se ha dicho que los efectivos de la Guardia Nacional no portarán armas ni detendrán migrantes. O sea, si no van a agarrar narcos ni indocumentados ni traficantes de armas, ¿entonces, para qué se despliegan? México y Estados Unidos comparten una frontera de más de 3 mil kilómetros. Si como se informó ayer participarán, se dice, 3 mil efectivos, o sea uno por kilómetro, eso es igual a nada.

Además el operativo va a salir carísimo, lo que tiene alarmados a los gringos, que no quieren gastar una fortuna en una idea a la que no le ven ni pies ni cabeza. Cuántos miles de dólares se gastarán para mantener a, digamos, 3 mil hombres pertrechados, en una zona prácticamente desértica. Estamos en el siglo XXI si los norteamericanos quieren vigilar mejor su frontera con México ya existen los satélites, los drones, las cámaras de videovigilancia, las de visión nocturna. Hacer un muro humano es anterior a la Muralla China.

Ni modo de quedarnos acá con los brazos cruzados. El gobierno federal en pleno, los gobernadores de los estados de la República, los integrantes del Congreso y los candidatos presidenciales ya comienzan a pronunciarse. Sacaron a relucir toda clase de frases atronadoras sobre la defensa de la soberanía nacional y algunos están casi como los Niños Héroes, a punto del sacrificio.

Los integrantes de la Guardia Nacional se van a achicharrar en la frontera, a casi 40 grados centígrados, rodeados de coyotes de dos y cuatro patas. Tal vez los candidatos presidenciales tengan que ir a hacer campaña a la frontera norte, para que los medios los tomen en cuenta. Por lo pronto, ya tuvieron que hablar del tema. Lo notable y preocupante es que dejan ver que no saben qué hacer. No tienen la menor idea.

López Obrador, el candidato puntero, tiene algo claro. El primero al que le va a ofrecer el avión presidencial es a Trump, quien, supone el tabasqueño, se muere de ganas de comprar un avión usado por su colega mexicano. Se habló de una larga caravana humana de activistas vestidos de blanco conviviendo con los de la Guardia Nacional a lo largo de la frontera, lo que sólo conseguiría otros tres mil deshidratados.

Desplegar a los efectivos de la Guardia Nacional es una ocurrencia peligrosa. Un paso en falso puede dar lugar a un agravio diplomático de consecuencias imprecindibles.

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