Diplomacia al estilo Trump
Estados Unidos, con el presidente Donald Trump, abandonó el acuerdo de París sobre cambio climático; dejó luego de ser miembro de los países que integran la Asociación comercial Transpacífico; amenaza con no renovar el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá; critica constantemente a la Organización del Atlántico Norte (OTAN), que salvaguarda la paz en Europa y este martes anunció que da marcha atrás al acuerdo nuclear con Irán logrado por la administración Obama, abriendo la puerta a más violencia y a una posible guerra en Oriente Medio.
Así queda claro que el actual gobierno está cambiando totalmente la manera en que Washington trata con el resto del mundo. A la Administración Trump no le importa ser parte de la comunidad internacional sino dar lecciones de poderío financiero y militar. La diplomacia no parece estar en su agenda. Lejos han quedado los días en que se empleaban intercambios culturales y educacionales para influir la imagen de este país en el mundo.
Estados Unidos ganó la Guerra Fría en gran medida propagando su música, las películas de Hollywood y hasta sus jeans, que contrastaban con la rígida forma de vida de la Unión Soviética. El siglo XX fue sin duda el “Siglo Estadunidense”, pero las cosas han cambiado y seguramente van a cambiar más.
La Casa Blanca ha reducido o totalmente cancelado, la ayuda financiera a países amigos en desarrollo, en cambio las Fuerzas Armadas tienen ahora un diez por ciento más de presupuesto. Como consecuencia están desapareciendo programas que fomentaban la amistad con otras naciones, tales como las famosas becas Fullbright con las que distinguidos académicos y profesionales viajan cada año al extranjero y aquí se recibía un número igual.
Trump le está haciendo gran daño a Estados Unidos al abandonar los valores universales, y dejar de fomentar ese “poder suave”, el apoyo a la democracia y la defensa de los derechos humanos. Elogia y admira explícitamente a líderes que en realidad son dictadores, tales como Vladimir Putin, el presidente de Egipto Abdel Fattah el-Sisi y el de Filipinas, Rodrigo Duarte, de quien dice “está haciendo un gran trabajo contra las drogas” cuando el filipino lo que fomenta es que se dé muerte a los drogadictos.
Lo peor es que no se espera que la peligrosa diplomacia estadunidense de los últimos quince meses mejore ahora que el Departamento de Estado tiene como nuevo titular a Mike Pompeo, que pasó de ser el espía en jefe del país como director de la Agencia Central de Inteligencia CIA, al mayor puesto diplomático que existe. El cargo más importante del gabinete a nivel internacional después del presidente y que antes tuvieron personajes de la talla de Henry Kissinger (1973-1977), George Schultz (1982-1989), James Baker (1989-1992), Madeleine Albright (1992-2001), así como Colin Powell y Hillary Clinton, entre otros. Todos polémicos, pero ninguno con la reputación de belicoso que tiene él.
Pompeo de 54 años, un abogado de profesión, miembro del Tea Party, que representó a Kansas en el congreso durante seis años, sustituye en el cargo a Rex Tillerson, con quien Trump nunca se llevó bien y a quien despidió a través de un tuit. Estudió en la Academia Militar de West Point, fue oficial del ejército en la guerra del Golfo Pérsico, antes de graduarse de la Universidad de Harvard. Se le conoce por sus posturas extremistas y anti-islámicas, está en contra de los homosexuales y totalmente a favor de un muro fronterizo con México.
México por cierto, igual que Israel, son relaciones que se espera regresen al portafolio del encargado de la diplomacia, ya que hasta ahora han estado en manos de Jared -Kushner, consejero y yerno del presidente. Pompeo hereda una dependencia en total caos, con decenas de puestos sin personal, empezando porque hay por lo menos 38 embajadas a través del mundo sin embajador, entre ellas la de nuestro país, la de la Unión Europea y aun las de grandes aliados de Washington como Turquía y Arabia Saudita.
Trump hasta el momento no ha sido puesto a prueba por ninguna crisis grave y esperemos que nunca lo esté, porque su temperamento alarma a cualquiera. Para los expertos, con su idea y su lema de colocar a Estados Unidos por delante, lo ha aislado y vuelto débil. Con él, este país ha dejado de ser el ejemplo de democracia a seguir. Lo bueno, dicen los optimistas, es que en 2020 se irá y todo volverá a la normalidad. Lo malo es que nadie se atreve apostar que así será.
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