Good Neighbors, Mr. Pence

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Mister Pence, el jueves 28 estará usted en Guatemala. Ha dicho que es una visita de “buenos vecinos”. Desconozco su agenda, pero los buenos vecinos aprovechan estos encuentros para hablar de aquello que les alegra, preocupa e incomoda. Como sé que el presidente Morales le dirá lo bueno que es tenerlo por acá, le dará sus bendiciones e intentará parecer una sardina obediente —recordando la hermosa fábula de Juan José Arévalo—, yo me adelanto a darle la bienvenida y a poner sobre la mesa de la buena vecindad el trato que están dando a los migrantes.

Su administración junto a Donald Trump, con el fin de ganar algunos votantes entre los obreros y la población fundamentalista religiosa, ha desarrollado, peligrosamente, una narrativa antiinmigrante racista que alienta la violencia. A vecinos que migran buscando el “sueño americano”, el presidente Trump les ha llamado incluso “animales”, y a Estados vecinos, como Honduras y El Salvador, les ha dicho “países de mierda”. Ustedes tienen razón en algo: entre la captura de la administración pública por grupos criminales (en Guatemala y Honduras), la desigualdad y la pobreza, la impunidad, los resabios de la Guerra Fría y la violencia provocada por los proveedores de drogas para el pujante mercado estadounidense, vivir en Guatemala, El Salvador y Honduras es una desgracia para la mayoría.

Sin embargo, hay innumerables hechos históricos que permiten afirmar que lo que se vive hoy en Guatemala, Honduras y El Salvador es resultado, en buena medida, de decisiones que se han tomado en Washington. Desde cambios en tratos comerciales y de inversión, consensos para la reducción del rol de la administración pública que han limitado el desarrollo económico, hasta la fuerza de ustedes y de sus empresas para incidir en la política de estos países, con apoyos pendulares —según sus intereses— que van del autoritarismo y la guerra interna, a la paz y la democracia. Otro fuerte lazo que define nuestra relación es el familiar, forjado por migrantes que dejaron estas tierras para buscar un mejor futuro y poner sus fuerzas y conocimientos en la construcción de la enorme economía que ustedes ostentan.

En ese sentido, ustedes han decidido cerrar las fronteras, pero los buenos vecinos deben ser empáticos. ¿Ha escuchado el llanto de los más de dos mil niños centroamericanos que su administración ha separado de sus padres? ¿Puede imaginar a sus hijos en esta situación? ¿Puede suponer el temor de Claudia Gómez, huyendo y percibiéndose tan sola e indefensa antes de ser asesinada alevosamente por un agente de la patrulla fronteriza? Inadmisible. Ningún migrante debería ser tratado como ustedes están tratando a sus vecinos, mister Pence. Comprenda que mientras la gente siga viviendo entre miseria y violencia, su discurso del muro y de medidas más duras contra los migrantes, lejos de disuadirlos, está motivándolos a llegar lo antes posible a Estados Unidos.

Toca reconocer que Estados Unidos, en su posición de líder mundial, está llamado a encontrar soluciones estructurales a la migración forzada por pobreza y violencia. Si quiere ayudar, ayude en el diseño y puesta en marcha de planes nacionales que busquen, como mínimo, el cumplimiento de la Agenda de Desarrollo 2030: con reformas económicas y fiscales que aumenten la riqueza y la distribuyan mejor; que universalicen el alimento, la educación, la salud y el trabajo.

No más muros ni jaulas. Ayudar a salir del rezago económico y social, eso es lo que debe hacer un buen vecino que no quiere más migración, mister Pence. Ojalá así lo vea.

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