In Defense of Immigrants

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En defensa de los migrantes

Migramos desde tiempos inmemorables. En los siglos pasados los desplazamientos y la llegada de grandes poblaciones de migrantes a diversos países permitieron desarrollo y crecimiento. Las culturas se enriquecieron y se enriquecen constantemente. La comida, la música, las artes plásticas, la arquitectura, la literatura se reinventan gracias a la mezcla cultural que aportan los migrantes.

Las ciudades más cosmopolitas son las más críticas, abiertas, democráticas y libres. Recorrer sus calles y sus diferentes barrios es un agasajo para la vista, el oído, el gusto y el olfato. ¿Qué sería de Londres o Nueva York sin sus grandes barrios chinos, italianos, latinos? ¿De las calles de Toronto sin su diversidad étnica? ¿De Berlín sin sus grandes barrios alternativos construidos por migrantes, uno de ellos Kreuzberg, el cual alberga a una gran comunidad turca y es uno de los lugares arquitectónicamente más interesantes de la ciudad?

Hoy, en pleno siglo XXI, las migraciones se están convirtiendo en tragedias humanitarias, en exclusión, violencia, muerte y desigualdad. Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, una de las naciones construida por migrantes, es el rostro que lidera la fuerte y peligrosa oleada de xenofobia y racismo. Durante su administración se están creando historias desoladoras y dramáticas. Indignantes.

México y Centroamérica están sufriendo guerras contra el narcotráfico. Los cárteles y las pandillas se han apoderado del control de muchísimas zonas. Y es Estados Unidos quien les vende las armas y uno de los principales consumidores de las drogas, el negocio multimillonario que irónicamente deja más pobre a la población y enriquece a unos cuantos capos y políticos corruptos.

Aunado a los graves problemas económicos, sociales y educativos en la región, el narcotráfico ha provocado que miles de personas huyan de sus lugares de origen y busquen en Estados Unidos un lugar más seguro para desarrollarse, para vivir.

Donald Trump les ha dicho que no. Que no son bienvenidos. Que son asesinos, violadores y criminales. Cuando la gran mayoría van en busca de asilo, de protección. Ha separado a las familias, a los niños. Ha perdido el rastro de casi mil 500 menores durante su política de “tolerancia cero”. Encerró a cientos de niños en jaulas. Está haciendo un negocio millonario para algunas empresas que se encargan de la administración de los centros de detención y el traslado de los migrantes.

Trump y sus simpatizantes deben de entender que el sistema político y económico nos está explotando en la cara. Las principales migraciones que están sucediendo ahora son del tercer mundo al primer mundo. De América Latina a Estados Unidos y Canadá, de África y Medio Oriente a Europa. El mundo necesita abrir sus fronteras para recibir a los refugiados que están padeciendo guerras por la explotación constante de las grandes potencias.

Un gran país es aquel que es empático y abierto con los otros. Que coopera. Que entiende que la multiculturalidad fortalece y enriquece. Ahí están los ejemplos de Canadá o Alemania, que han abierto sus puertas a los refugiados sirios.

Ningún humano es ilegal. Todo aquel que necesite de acogida, protección y asilo tiene que tener oportunidad para demostrarlo. No se puede generalizar ni criminalizar a los migrantes. Las fronteras son para cruzarse, para conocer al otro y darnos cuenta de todo lo que tenemos en común; para aprender y respetar las otras tradiciones, lenguas y creencias; para ser más humanos y menos trumpistas.

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