From Words to Actions

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UNO de los temas que ha mantenido en suspenso al auditorio es el escándalo de niños separados de sus padres inmigrantes enjaulados en los centros de detención. La irritación provocada en la opinión pública por esas revelaciones fue tal que la Casa Blanca reaccionó con una orden ejecutiva para detener ese bochornoso espectáculo. Se presume que esas y otras acciones tomadas por la autoridad inmigratoria responden a la política “tolerancia cero”, puesta en práctica por la Fiscalía General. Sin embargo, con la reciente orden ejecutiva a partir de ahora, los padres serán llevados junto a sus hijos a centros de detención de inmigrantes. La Casa Blanca ha instado a los legisladores a que de una vez por todas resuelvan en forma definitiva esta incertidumbre, aprobando la reforma inmigratoria.

Así que la pelota pasa nuevamente a la cancha del Senado y de la Cámara Baja en los Estados Unidos. Solo que de lo dicho a lo hecho hay todo un trecho. El enjambre es que congresistas y senadores puedan acordar algo que sea potable para la Casa Blanca. Eso es lo que ha impedido, durante todos estos años, que salga una ley no solo que repare un sistema inmigratorio disfuncional sino que resuelva, en forma humana y justa, la situación de los cientos de miles de inmigrantes indocumentados.

El otro asunto que mantiene en ascuas al amable público, no solo por la cercanía sino por lo rápido que degeneró aquella situación, es el conflicto nicaragüense. Ahora después que la Conferencia Episcopal le torció el brazo al régimen nicaragüense, enviaron la invitación oficial a los organismos internacionales de derechos humanos para que envíen delegaciones al país. Ello reabre las posibilidades de reanudar el diálogo suspendido por los obispos después de otra ola violenta que contabilizó otra docena de muertos. Sin embargo, la ciudad rebelde de Masaya –autoproclamada como territorio desligado de la autoridad sandinista– se mantiene en férrea resistencia contra las fuerzas antimotines y las “turbas” ligadas al gobierno. Ese es el escenario que acapara toda la atención en este momento. Las bestiales arremetidas de las fuerzas gubernamentales intentando recuperar el control de la ciudad no han logrado someterla. Pero los obispos católicos allá no solo desempeñan un papel mediador sino además bastante protagónico. Una caravana de obispos se trasladó a Masaya para evitar otra masacre. En el camino –a lo largo de toda la carretera que conduce al pueblo– el convoy fue vitoreado por multitudes que salían de sus casas y oficinas patentizándoles su apoyo.

(Aquí durante el conflicto post electoral si bien la Conferencia Episcopal oportunamente instó a los políticos a dialogar, cedió el rol intercesor esperado de los líderes espirituales, favoreciendo la mediación internacional). “¡Que el mundo lo sepa! –escribió el obispo Báez por las redes sociales– el gobierno de Nicaragua se prepara con antimotines y paramilitares para perpetrar otra masacre en el indefenso barrio indígena de Monimbó, Masaya”. Sin duda esa denuncia motivó que el cardenal de Nicaragua, el obispo auxiliar de Managua y el nuncio apostólico abandonaran una “Jornada de Oración” por el país que celebraban en Managua para trasladarse a Masaya. Allá fueron recibidos por los pobladores que salieron alborozados a agradecerles la presencia. Se reunieron con el comisionado de policía para sacarle el compromiso de detener la represión y liberar a los detenidos. Ahora la expectativa es en la reanudación del diálogo.

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