Donald Trump has started a spiral of commercial aggressions that will be very difficult to stop in the future. By imposing tariffs worth $34 billion on Chinese products – and receiving the reciprocal punishment of another $34 billion charged on U.S. products – and threatening new protectionist actions against Beijing, he is inflicting serious damage on the world economy. First, on his own country, because – to the alarm and irritation of parts of the business community – a lot of the taxed Chinese products are supplies or components that are assembled in the United States. In addition, international trade is panic-stricken; any economic area can be impacted tomorrow by the arbitrariness of Trumpism. World trade is taken hostage by the chaos that President Trump wants to sow, with no more reasoning than the most rancid mercantilism: the United States wants to reduce its trade deficit of $375 million with China, without taking into account its external balances of other magnitudes.
We must remember three destructive aspects of this policy, orphaned by rational explanation. When thinking with economic and business logic, the return from the protectionist phase will be complex and costly in terms of internal politics, because a part of the electorate defends the tariffs insofar as it does not directly suffer its consequences. It also reduces world growth, a reduction that, in turn, induces the reflex movement of more protectionism. Nothing better defines the chaotic strategy of the current American administration than a surprising phenomenon: while Trump cuts free trade with tariffs to defend American employment, the dollar depreciates in the markets. So the immediate benefits to the American economy end up going right out the window.
Trump is following a policy of intimidation – "harming the neighbor" – characteristic of a real estate negotiator. The most serious problem, after the one that causes a massive influx of concern in international markets – debt and stock markets are on the verge of a collapse, which can come from a disturbance that would be trivial under stable conditions – is that it does not distinguish between allies and enemies. Worse still, he is mistaking friends for enemies. Trump and his advisers should realize that it is not easy to contain the destruction caused by protectionism to strictly economic areas without its overflowing to other, more dangerous ones.
Europe, in regard to the euro, has to act in accordance with the fait accompli imposed by Trump. It is good to protest at the World Trade Organization, but it is more useful to follow the advice of the European Central Bank president, Mario Draghi: the euro zone must be institutionally set up. Trump's economic nationalism must be taken as a spur in the race to create a Common Deposit Guarantee Fund and a Common Stabilization Fund. These are minimum conditions of security in the global economic disorder imposed by Trump.
Donald Trump ha iniciado una espiral de agresiones comerciales que será muy difícil de frenar en el futuro. Al imponer aranceles por valor de 34.000 millones a productos chinos —y recibir el castigo recíproco de otros 34.000 millones cargados sobre productos estadounidenses— y amenazar con nuevas acciones proteccionistas contra Pekín, está infligiendo graves daños a la economía mundial. En primer lugar, a su propio país, porque una gran cantidad de los productos chinos gravados son suministros o componentes que se montan en Estados Unidos, para alarma e irritación de una parte del empresariado. Por añadidura, siembra el pánico en el comercio internacional; cualquier área económica puede ser la señalada el día de mañana por la arbitrariedad del trumpismo. El comercio mundial se convierte en rehén del caos que quiera sembrar el presidente Trump, sin más argumento que el mercantilismo más rancio: Estados Unidos quiere reducir, porque sí y como sea, su déficit comercial de 375.000 millones de dólares con China, sin tener en cuenta otras magnitudes de su balanza exterior.
Hay que recordar tres aspectos destructivos de esta política, huérfana por lo demás de explicación racional. Cuando se imponga la lógica económica y empresarial, la vuelta atrás de la fase proteccionista será compleja y costosa en términos políticos internos, porque una parte del electorado defiende los aranceles en tanto que no sufre directamente sus consecuencias. Recorta además el crecimiento mundial, reducción que, a su vez, induce el movimiento reflejo de más proteccionismo. Nada define mejor la caótica estrategia de la administración americana actual que un fenómeno sorprendente: mientras Trump cercena el libre comercio con aranceles para defender el empleo americano, el dólar se aprecia en los mercados. De forma que los beneficios que la economía estadounidense pueda conseguir por la puerta acaba perdiéndolos por la ventana.
Trump está siguiendo una política de intimidación —“perjudicar al vecino”— propia de un negociador inmobiliario. El problema más grave, después del que causa la inyección masiva de inquietud en los mercados internacionales —sitúa la deuda y las bolsas al borde mismo del colapso que puede llegar por cualquier perturbación que sería trivial en condiciones de estabilidad—, es que no distingue entre aliados y oponentes. Peor aún, se equivoca de amigos y de enemigos. Trump y sus asesores deberían caer en la cuenta de que no es fácil contener los destrozos causados por el proteccionismo en el área estrictamente económica sin que desborde a otras más peligrosas.
Europa, el área del euro, tiene que actuar en consecuencia con los hechos consumados que impone Trump. Está bien protestar ante la OMC, pero es más útil seguir los consejos del presidente del BCE, Mario Draghi: hay que armar institucionalmente a la zona euro. El nacionalismo económico de Trump debe tomarse como un acicate en la carrera para crear un Fondo común de Garantía de Depósitos y de un Fondo Común de Estabilización. Estas son condiciones mínimas de seguridad en el desorden económico mundial impuesto por Trump.
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These costly U.S. attacks failed to achieve their goals, but were conducted in order to inflict a blow against Yemen, for daring to challenge the Israelis.