Trump se confía a Putin y humilla a Europa otra vez
Europa contempla con inquietud los frutos de la primera reunión entre Donald Trump y Vladimir Putin. La pinza en la que ambos gobernantes tienen cogido al continente preocupa cada vez más: crece el aislamiento de una Unión Europea dividida ante los graves retos que le plantea el auge interno del nacionalpopulismo y el aislacionismo de su tradicional aliado atlántico. De Rusia nunca pudo esperarse mucho -menos desde que Putin accedió al poder-, pero ahora tampoco de Estados Unidos, presididos por un Trump que ha declarado la guerra comercial a una UE a la que ataca cada vez que pisa suelo europeo. La diplomacia palidece ante la realpolitik practicada por los dos líderes que se vieron las caras ayer en Finlandia en medio de una gran expectación.Esa misma frontalidad disfrazada de franqueza parece haber fraguado una sintonía personal de incalculables efectos políticos. Por el mero hecho de que se celebre -y donde se celebra- pese a las sanciones impuestas a Rusia por su deriva iliberal, los analistas coinciden en señalar el encuentro bilateral de Helsinki como una victoria geopolítica de Putin. Cuya injerencia en las elecciones presidenciales que dieron la victoria a Trump en detrimento de Hillary Clinton ha servido para que Putin sea uno de los pocos mandatarios internacionales a los que el excéntrico presidente estadounidense no ha insultado, a lo que el dirigente ruso ha correspondido con simétrica consideración. Pero la cumbre de ayer consagra a la Rusia autoritaria de Putin como socio estratégico de EEUU en perjuicio de las democracias europeas, a las que Trump desprecia por su debilidad y falta de interlocución unitaria. En cambio, se ha dejado seducir por un hombre fuerte como el ruso, capaz de perseguir a la oposición y de cambiar las reglas para perpetuarse en el poder.Son muchos los focos de tensión que reclaman la atención de ambos mandatarios: desde las guerras en Ucrania y Siria hasta la presunta injerencia informática de Moscú en procesos electorales, pasando por el programa nuclear iraní o la cooperación económica. Trump salió de la reunión esperanzado: «Es un buen comienzo», aseguró. Lo cual revela el entreguismo con el que el presidente de la primera democracia del planeta rehabilita internacionalmente a Putin y humilla los valores democráticos representados por Europa. A la que Trump ya tilda de «enemigo», mientras proclama que la política estadounidense respecto de Rusia «ha cambiado». Pero ha cambiado por acercamiento de Trump a Putin, no por la democratización de Rusia bajo influjo americano. Una pésima noticia que en los próximos años amenaza con alterar dramáticamente el orden geopolítico que conocíamos.
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