Donald Trump se posiciona en Helsinki: más a favor de Putin que de Estados Unidos
El presidente de EEUU parece empeñado en elogiar constantemente a un rival que ha intentado minar a su país de diferentes maneras. Como si la cabeza y el cuerpo del país fuesen independientes.
Donald Trump debería “comprobar la pelota de fútbol” que le regaló Vladímir Putin durante el encuentro de ambos mandatarios en Helsinki “por si tiene aparatos de escucha”, declaraba este lunes el senador republicano Lindsey Graham. Una manera vívida de resumir el sabor que ha dejado en Washingtonla primera cumbre bilaterial entre ambos mandatarios. Una reunión aparentemente agradable y llena de buenos deseos, como quien pasa página a una mala relación, pero rodeada de oscuras sospechas.
También podríamos resumir la cita en un gesto: el rápido guiño que Donald Trump le hizo a Putin nada más sentarse frente a la prensa en Helsinki. Un guiño que podría no significar absolutamente nada, o bien significarlo todo: he aquí un hombre, el presidente Trump, empeñado en elogiar constantemente a un rival que ha intentado minar a su país de diferentes maneras. Es como si la cabeza de EEUU (Trump) fuese por un lado, y el cuerpo (el Congreso, la mayoría de ambos partidos, los servicios de inteligencia) por otro.
La cumbre confirmó esta paradoja. Mientras la investigación especial de Robert Mueller sobre la presunta influencia rusa en las elecciones de 2016 sigue acumulando pruebas e imputados, entre ellos doce ciudadanos rusos ligados al servicio de inteligencia militar del Kremlin, G.R.U., y cinco personas vinculadas a la campaña de Trump, el presidente de EEUU dijo no ver “ninguna razón” para pensar que Rusia influyó en los comicios. Y reconoció creer a Putin, ya que, durante la reunión, este “fue extremadamente fuerte y poderoso en su negación” de que Moscú tuviera nada que ver. En un notable toque de candor, el presidente ruso reconoció directamente que Donald Trump había sido su candidato favorito en las elecciones.
Las fuerzas políticas de Washington, a izquierda y derecha, no daban crédito. “Jamás pensé que vería el día en que nuestro presidente americano comparecería en el escenario con el presidente ruso y culparía a Estados Unidos de la agresión rusa. Esto es una vergüenza”, escribió el senador de Arizona y crítico de Trump, el republicano Jeff Flake, en su cuenta de Twitter.
Pocas horas antes del encuentro, el presidente estadounidense culpó a sus antecesores en el despacho oval de perjudicar las relaciones con Moscú. “Nuestra relación con Rusia NUNCA ha sido peor gracias a los muchos años de estupidez e idiotez por parte de EEUU”, tuiteó, y tachó la investigación de Mueller, una vez más, de “caza de brujas amañada”. Trump no mencionó que dicha investigación acababa de aportar pruebas del robo de documentos del Partido Demócrata a manos del Kremlin. Tampoco mentó el apoyo ruso a Bashar El Asad en la guerra de Siria, o la anexión de Crimea en 2014, que inspiró la primera ronda de sanciones estadounidenses contra Rusia.
El exdirector de la CIA, John Brennan, fue más allá y acusó a Donald Trump de traición. “La actuación de Trump en la conferencia de prensa en Helsinki llega y excede el umbral de crimen y delito graves. Simplemente es traición”, dijo. “Los comentarios de Trump no sólo fueron imbéciles, él está totalmente en el bolsillo de Putin. Patriotas republicanos, ¿¿¿Dónde estáis???”.
Resurgen las sospechas de ‘kompromat’
Los demócratas entraron a la carga. “Hace sólo unos días, 12 rusos fueron imputados por atacar nuestra democracia”, tuiteó la líder progresista de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. “Hoy, el llamado líder de América evitó vergonzosamente plantar cara a la persona que lideró el ataque. Realmente, ¿qué tiene Putin acerca de Trump que a este le da tanto miedo?”.
La tesis de parte de la oposición es esa: que Rusia tiene información comprometedora (‘kompromat’, en jerga post-soviética) sobre el presidente de Estados Unidos. Sería la única forma de explicar su negativa a presionar al presidente de Rusia, o incluso a contradecirlo, pese a las pruebas de sus tácticas, la opinión de todos los servicios de inteligencia de EEUU y una larga tradición de rivalidad con el Kremlin sustanciada en todo el mundo.
La aparente buena relación de ambos líderes contrastó con la actitud de Donald Trump frente a los aliados de la OTAN y de la Unión Europea durante su gira de la semana pasada por el continente. Un día antes de la cumbre con Putin, un periodista le preguntó cuáles eran los enemigos de EEUU. La primera respuesta de Trump, antes de citar a China o Rusia, fue “la Unión Europea”. “En sentido comercial, realmente se han aprovechado de nosotros”, explicó.
Los mandatarios dijeron confiar en poder abrir una nueva etapa de cooperación bilateral. “Nuestra relación nunca ha estado peor de como está ahora”, declaró Donald Trump frente a los periodistas. “Sin embargo, esto cambió hace unas cuatro horas (…). La reunión de hoy es solo el comienzo de un proceso más largo”. Los buenos deseos no fueron concretados en ninguno de los muchos frentes donde ambos países tienden a chocar: las guerras de Siria y Ucrania, el pacto con Irán, o los recientes envenenamientos de ciudadanos rusos en suelo británico. Antes de la reunión, Trump expresó la esperanza de encontrar la manera de reducir los arsenales nucleares.
Vladímir Putin, antiguo experto del KGB en manipulación psicológica, siguió su guion habitual: tuvo a Donald Trump esperando durante más de una hora. Según fuentes del canal CNBC, la reunión de los presidentes a puerta cerrada, durante dos horas y sólo con los intérpretes, despertó la preocupación de los asesores de Trump, cuya experiencia de gobierno es sólo una fracción de la un hombre que lleva casi dos décadas al mando de Rusia. The New York Times asegura que Trump había rechazado prepararse para la cumbre.
Mientras la cabeza de Estados Unidos estrechaba la mano de Putin, el cuerpo protestaba. “No hay duda de que Rusia interfirió en nuestras elecciones y continúa intentando minar la democracia aquí y en todo el mundo”, declaró el líder oficioso de los republicanos, Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes. “El presidente debe de apreciar que Rusia no es nuestro aliado. No hay equivalencia moral entre Estados Unidos y Rusia, que sigue siendo hostil a nuestros valores e ideales más básicos”. Ahora Moscú y Washington -sobre todo este último- entran en terreno desconocido.
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