Trump, Woodward and Shakespeare

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Bob Woodward se dio a conocer porque fue uno de los periodistas, junto con Carl ­Bernstein, que ayudó a develar el caso Watergate. Así se llamaba el complejo de edificios que albergaba las oficinas del Partido Demócrata, donde un grupo de espías puso micrófonos para espiar al equipo contrario al presidente Nixon. Esto sucedió entre el 28 de mayo y el 17 de junio de 1972. Las indagaciones de Woodward y Berstein, publicadas el 1 de agosto de ese año en el periódico The Washington Post, dieron por resultado que los espías o “plomeros” habían sido pagados por el Comité para la Reelección del Presidente (CREEP), Richard Nixon. Se formó un Comité del Congreso para investigar el asunto que fue a parar en la dimisión de Nixon (9 de agosto de 1974) antes de que procediera el impeachment (destitución) por parte del Poder Legislativo contra el Jefe del Ejecutivo.

Valga esta referencia inicial porque ahora Woodward ha publicado un libro titulado Fear: Trump in the White House (Miedo: Trump en la Casa Blanca). Salió a la venta esta semana, o sea, el martes 11 de septiembre (el tiraje inicial es de un millón de ejemplares). Este texto ha conmocionado el ambiente político de Estados Unidos. Es una investigación producto de más de cien entrevistas con personas cuya identidad el autor mantiene en el anonimato. Según declaró Woodward el miércoles 12 de septiembre por la noche a la cadena CNB, por lo menos cincuenta de esas personas trabajan directamente con Donald Trump en la Casa Blanca, en tanto que las demás pertenecen al círculo cercano al magnate neoyorquino. En consecuencia, el volumen se basa en cientos de conversaciones grabadas, testimonios de protagonistas y testigos directos de lo que está sucediendo en el núcleo interno del poder.

El libro describe una situación de alarma en la Casa Blanca por el carácter errático e impulsivo del Presidente. Esta situación ha producido un ambiente caótico que ha puesto en vilo, en varias ocasiones, no sólo la estabilidad y seguridad del país de las barras y las estrellas, sino también la paz mundial. Pero gracias a la intervención de personas sensatas se ha evitado una catástrofe. Son héroes anónimos.

Por ejemplo, el 4 de abril de 2017, luego de que los rebeldes sirios fueran atacados con gas sarín, Trump llamó por teléfono a su secretario de Defensa, Mattis. Le dijo que quería atacar al presidente Bashar al-Assad: “¡Vamos a Matarlo. Vamos adelante. Vamos a aniquilar a cuantos más podemos de ellos!” Así lo describe Woodward. Luego de terminar la llamada Mattis le dijo a uno de sus asesores: “No vamos a hacer nada de eso”. De haberlo hecho se hubiese desatado un conflicto bélico con Rusia e Irán, aliados del tirano sirio.

A principios de 2018, luego de mandar repetidos tuits burlándose del líder norcoreano Kim Jong-un, se lee en el libro: “Trump propuso mandar un tuit afirmando que había girado la orden de que todas las familias de los militares americanos estacionados en Corea del Sur, cerca de 28 mil 500 tropas, fueran evacuadas de ese país.” Eso, dice Woodward, de acuerdo con declaraciones del asesor nacional en Seguridad, H.R. McMaster, hubiese sido tomado por los norcoreanos “como señal de un ataque inminente”. A final de cuentas, afortunadamente, Trump no mandó ese tuit.

Las declaraciones anónimas registradas en el libro de Woodward coinciden con una carta anónima publicada por The New York Times la semana pasada (5 de septiembre) titulada “I Am Part of the Resistance Inside the Trump Administration” (Soy parte de la resistencia dentro de la administración Trump). Entre otras cosas esa misiva dice: “Trabajo para el Presidente pero colegas con ideas afines y yo hemos prometido frustrar parte de su agenda y sus peores inclinaciones.”

Otro fragmento señala: “Las reuniones con él se desvían del tema y se salen de ruta; se engancha en decir improperios; su carácter impulsivo hace que las cosas se reviertan; está mal informado; en ocasiones toma decisiones temerarias que tienen que ser puestas en práctica a medias para no causar mayores daños.”

Valga una cita más: “Tomemos como ejemplo la política exterior: en público y en privado, el presidente Trump muestra su preferencia por los autócratas y dictadores, como el presidente Vladimir Putin de Rusia y el líder norcoreano Kim Jong-un, y muestra poco y genuino aprecio por los lazos que nos unen con nuestros aliados, las naciones con las que compartimos ideas comunes.”

Hay otro libro que vale la pena traer a colación, el de Stephen Greenblatt, Tyrant: Shakespeare on Politics (Tiranos: la política en Shakespeare). Allí se lee: “Pero la verdad Trump no es Macbeth o Ricardo III, sino algún otro de los personajes de Shakespeare: quizá Calibán [personaje de La Tormenta] con una cuenta de Twitter: lleno de ambiciones y terriblemente engreído, quien secretamente anhela la aprobación del establishment que al mismo tiempo odia. O, más probablemente, Cloten, hijo adoptivo del rey Cimbelino: un brutal, desparpajado, engreído, misógino, torpe, que intenta hacer trapacerías y maldades y terminó en un bochornoso final.”

Para allá va Trump.

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