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Barack Obama: The Broken Dreams of ‘Yes We Can’

September 23, 2018

Published in ABC
(Spain) on 13 September 2018 (updated 18 September)
by Susana Gaviña (link to original link to original)

Translated from by Antonio Sánchez. Edited by Eric Stimson.

After eight years of government led by the Republican George W. Bush, the American people wanted a change. Having gone through one of the worst moments in its history – the 9/11 attacks – which would lead to two foreign wars in Iraq and Afghanistan, and facing a major recession, the U.S. was in need of an inspirational speech. That's when Barack Obama, a young Democratic senator, announced his candidacy. Immersed in constant racial conflict, Obama's origins turned into an opportunity – the opportunity to be the first African-American president – instead of an inconvenience. With a career unstoppably on the rise, he won the Democratic primaries against Hillary Clinton, and after that, the presidential election in 2008 against John McCain. His campaign slogan, "Yes We Can," seemed premonitory, but also unreal.

Obama, who was committed to social and environmental issues and to a conciliatory attitude, began his term with one of the highest popularity ratings ever, which even led to his winning the Nobel Peace Prize some months after entering the White House. But with the high expectations came frustration from unfulfilled promises, which resulted in him leaving the Oval Office with a questionable record after eight years as president, and with the Republicans in control of both houses of Congress during his last years.

During his first term, he achieved some of his goals, such as bringing the troops in Iraq home, enacting his controversial health care reform known as the Patient Protection and Affordable Care Act or “Obamacare," and finding and killing the most wanted terrorist, Osama bin Laden, which closed a wound that had been open since 2001. Ending torture, shutting down the prison at Guantanamo Bay and greater control over arms sales were some of his other promises; he couldn't fulfill the latter two.

He undertook banking reform and improved the economy, reducing unemployment to 5 percent, but the white middle class felt wronged and left out. Widespread discomfort served as a springboard for Donald Trump.

Obama’s foreign policy was highly criticized due to agreements such as the one with Iran, from which his successor withdrew, his rapprochement with China, his lack of firmness regarding Bashar Assad, and his meddling in Libya, a country still immersed in chaos since the fall of Moammar Gadhafi.

Obama attempted to rule the country by rejecting arrogance and building bridges instead, a policy which was regarded by many as a loss of international influence. Many considered him a good president, yet an equal number questioned him. Trump's performance is making Obama great.

Barack Obama: los sueños rotos del «Yes, We can»

Después de los ocho años de presidencia del republicano George W. Bush, el pueblo estadounidense quería un cambio. Tras vivir uno de los peores momentos de su historia –los atentados del 11-S–, que desembocaron en dos guerras en el exterior –Irak y Afganistán–, Estados Unidos, que se enfrentaba a una importante recesión económica, necesitaba un discurso esperanzador. Ante la ciudadanía se presentó entonces Barak Obama, un joven senador demócrata con un discurso culto y ambicioso, lleno de promesas. Inmerso en un constante conflicto racial, el país convirtió entonces los orígenes de Obama más en una oportunidad –ser el primer presidente afroamericano de EE.UU.– que en un inconveniente. Su carrera, en ascenso imparable, le llevó a ganarle las primarias demócratas a Hillary Clinton, y a lograr la victoria en las presidenciales de 2008 frente al republicano John McCain. El eslogan de campaña, «Yes, We can», resultó premonitorio pero también irreal.

Comprometido con las causas sociales y el medio ambiente y con un talante conciliador, Obama comenzó su andadura con uno de los mayores índices de popularidad, que incluso le harían acreedor al Premio Nobel de la Paz pocos meses depués de llegar a la Casa Blanca. Pero tras generar tan altas expectativas llegó la frustración de las promesas incumplidas, que le abocaron a marcharse del Despacho Oval con un saldo discutible después de ocho años de gestión; los últimos, con las dos cámaras del Congreso en manos republicanas.

Durante su primer mandato logró varios de sus objetivos, como la retirada de tropas de Irak, o el alumbramiento de su polémica reforma sanitaria, la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible, más conocida como Obamacare; también encontró –y mató– al terrorista más buscado, Osama bin Laden, cerrando una herida abierta en el pueblo estadounidense desde 2001. Acabar con las torturas, el cierre de Guantánamo y un mayor control en la venta de armas fueron otras de sus promesas: las dos últimas no logró cumplirlas.

Emprendió una reforma bancaria, y mejoró la economía, rebajando el paro al 5%, pero la clase media blanca se sintió perjudicada y marginada. Este malestar serviría de trampolín a Donald Trump.

Muy criticada fue su política exterior por acuerdos como el alcanzado con Irán –tumbado por su sucesor–, su acercamiento a China, su falta de firmeza con el régimen de Bashar al Assad o la intervención en Libia, un país que sigue desnortado desde la caída de Gadafi.

Obama intentó gestionar el país sin arrogancia y tendiendo puentes, política interpretada por muchos como una pérdida de influencia exterior. Buen presidente para muchos, muy discutido para otros tantos. La llegada de Trump le está haciendo pasar por bueno.

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