Donald Trump and the Hate Games

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Donald Trump y los juegos del odio

Las teorías de conspiración del populismo más reaccionario son hoy el “opio” del pueblo y la Casa Blanca se ha convertido en el minarete desde donde se difunden

Desde la campaña presidencial de 2016, el discurso del presidente Donald Trump se centró en la propagación del miedo y las teorías de conspiración. El país al que supuestamente le iba a devolver un esplendor perdido era, según él, un erial plagado de crimen, miseria e inmigrantes que le robaban el pan a los nacionales. Su oponente, la candidata Hillary Clinton, estaba en el centro de la mayoría de las tramas conspirativas que desde la tribuna lanzaba Trump.De aquel mensaje populista surgieron aberraciones como el Pizzagate, ese episodio delirante en el que un ultranacionalista se apareció armado con un rifle en una popular pizzería de Washington D.C. para rescatar a niños que supuestamente Clinton y su jefe de campaña agredían sexualmente en los sótanos del establecimiento. Los movimientos ‘alt right’ habían diseminado un perverso bulo en las redes sociales: la ex secretaria de Estado presidía una red de pederastia en la que participaban otros correligionarios. Todo eso sucedía mientras el actual presidente pedía abiertamente al Kremlin que hackeara los correos electrónicos de la campaña de su rival. La espiral de la injerencia rusa y las ‘fake news’ se habían desatado.Casi dos años después, el aire que se respira es el de una distopía contemporánea sin tener que echar mano de una serie futurista. Los tuits presidenciales son el Gran Hermano que nunca descansa. Cada día amanece entre sobresaltos. Sin ir más lejos, esta semana los sustos no han sido figurados, sino vinieron envueltos en sobres Manila que contenían explosivos dirigidos a figuras prominentes demócratas o vinculadas a este partido que han sido blanco de comentarios difamatorios por parte del presidente.

El primer intento de ataque terrorista fue contra el filántropo millonario liberal George Soros, bestia negra de los populistas a uno y otro lado del Atlántico: en Estados Unidos se le ha acusado de “financiar” a las manifestantes que protestaron contra el juez Jeff Kavanaugh y a la caravana de migrantes centroamericanos, acusación que en Europa también se ha esparcido, culpando a Soros de “pagarles” a los migrantes en ese continente sin aportar ni una sola prueba que avale dicha conjetura.El mismo día en que Hillary Clinton, el ex presidente Barack Obama y otros miembros del partido demócrata fueron víctimas de estos intentos de ataques con bombas caseras, Alexander Soros, el hijo del presidente de Open Society Foundation, responsabilizaba a Trump en un artículo de opinión publicado en el ‘New York Times’ de ser el instigador de la polarización reinante. En su escrito resaltaba que aunque su padre (un superviviente del Holocausto) ha sido objeto de ataques antisemitas, desde el triunfo del magnate neoyorquino este sentimiento contra los judíos se ha avivado entre grupos supremacistas.Horas después de la conmoción causada por los explosivos que se hallaron incluso en las oficinas de CNN en Nueva York, Trump condenó públicamente estos actos terroristas y apeló a la unión, pero a estas alturas sus palabras resultan huecas. De hecho, esa misma noche durante un mitin político volvió a arremeter contra los medios, culpándolos de propiciar un ambiente “hostil” ante un público que ve en los periodistas al “enemigo”.Las teorías de conspiración del populismo más reaccionario son hoy el “opio” del pueblo y la Casa Blanca se ha convertido en el minarete desde donde se difunden los juegos del odio. En una entrevista que le hicieron en 2017, el recordado novelista Philip Roth dijo del actual presidente: “Lo más aterrador es que con él todo es posible”. El autor de ‘La conjura contra América’ auguraba la deriva del país.

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