Esas tradiciones tan nuestras
En España terminaremos celebrando el Día de Acción de Gracias, comiéndonos el pavo y bebiendo sidra caliente
Esta noche se celebra Acción de Gracias. Miles de familias se reúnen alrededor de la mesa para cenar. Se puede invitar también a amigos y conocidos para que no se queden solos en una fecha tan señalada. El plato principal consiste en pavo asado con salsa de arándanos y puré de patata. Los postres dependen del lugar, pero se recomienda el pastel de calabaza. Para beber, la sidra caliente especiada es ideal.
Acción de Gracias —Thanksgiving, perdón por usar el español— tiene innumerables ventajas: es inclusivo, aconfesional y encima cae siempre en jueves. Puente asegurado. Es posible que esta celebración nos sea todavía un poco ajena, pero eso no es óbice ni cortapisa para irnos familiarizando con ella. Porque de una cosa podemos estar meridianamente seguros: aquí vamos a acabar todos comiéndonos el pavo y la salsa de arándanos alrededor de la mesa, bebiendo la sidra caliente y con algún familiar despistado señalando: “Pues sí que ha llegado pronto este año la Navidad”. Al fin y al cabo mañana nos sumergiremos en el Black Friday —otra expresión típicamente española— y acabamos de celebrar por todo lo alto Halloween —idem de lo anterior— cuyas calabazas aprovecharemos para hacer el postre.
La aldea global es cada vez más aldea y menos global. Tal vez sea inevitable, pero este modo de vivir la globalización en vez de facilitar el conocimiento y acceso a lo específico de los demás —que por tanto da valor a lo específico propio a los ojos de los demás—, lo que está provocando es una homogeneización express. Es decir, se quita valor tanto a lo propio, que desaparece, como a lo ajeno, que queda desnaturalizado. Dicho en otras palabras: al final, ni chicha ni limonada.
Tenemos innumerables ejemplos de esto a lo largo del planeta ya sea en fiestas —la celebración del día de San Patricio en el microcentro de Buenos Aires es todo un evento—, en comidas —la conocida como comida internacional que sirven los hoteles— y en el consumo. Haga el lector la prueba de enseñar a un conocido la foto del interior de un centro comercial de Nairobi y pregunte dónde está. Hace unos años este periodista consultó a un compañero cómo se vivía en Pekín: “Hay Carrefour” fue la respuesta.
¿Hay otro camino posible? Tal vez, pero el pavo se está quemando en el horno.
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