The word for Washington, and increasingly the rest of the world, to understand is “transactional.” It is a simple way of referring to what Tom Wolfe called the “Favor Bank.” If I do something for you, it is because I expect you to do something for me. The United States is a low-context culture, say sociologists, which means that Americans get straight to the point − there’s no beating around the bush. That’s illustrated very clearly at Christmas time. You receive invitations to company parties, private parties, etc., and all you have to do is show up. Simply arrive, greet people and then you can leave. What you should never do is not show your face.
A 10-minute visit is enough; better still if your visit is followed up with an email in which you thank your host for the invitation. They’ll respond kindly, and you’ll be known after the festivities, because the key lies in achieving something in those 10 minutes. In my case, in the first party of the season on Monday, it was contact with an immigration expert for large technology companies who, logically, is against Donald Trump’s protectionism. Mission accomplished: an article for January.
The dynamics of the Christmas festivities in Washington are a reflection of the courteous character of the city, in which the success of events − unlike New York, Los Angeles or the rest of planet Earth − is not measured by how many people attend, but precisely the importance of the few that do. A dinner for 30 people is OK. A dinner for 10 is much better.
Theses are the advantages and disadvantages of a city in which people go to bed at 10 p.m. to be able to get up at 6 a.m. and read news bulletins uploaded to websites such as Axios and Politico at 5 a.m., explaining how the day will pan out. Merry Transactional Christmas to all.
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Tom Wolfe, considerado el padre del Nuevo Periodismo. Joan Manuel Baliella
La palabra para entender a Washington -y, cada vez más, al resto del mundo- es 'transaccional'. No es más que una manera breve de referirse a lo que Tom Wolfe llamaba "el mercado de favores". Si yo hago una cosa por ti, es porque espero que tú hagas otra por mí. Estados Unidos es una cultura de contexto bajo, que dicen los sociólogos. Eso significa que los estadounidenses van al grano. Tonterías, las justas. Eso queda de manifiesto de manera muy evidente en Navidad. Uno recibe invitaciones a fiestas de empresas, gente, etcétera, y lo que tiene que hacer es aparecer. Basta con llegar, saludar e irse. Lo que no debe hacerse nunca es no hacer acto de presencia. Una visita de 10 minutos basta, más aún si va acompañada de un intercambio posterior de correos electrónicos en el que uno da las gracias a su anfitrión, éste le responde amablemente, y quedan para verse después de las fiestas. Porque la clave está en haber conseguido algo esos 10 minutos. En mi caso, en la primera fiesta de esta temporada, el lunes, el contacto de una experta en inmigración para grandes empresas tecnológicas que, lógicamente, está en contra del proteccionismo de Trump. Misión cumplida: un artículo para enero.La dinámica de las fiestas navideñas de Washington es un reflejo del carácter cortesano de esta ciudad, en la que el éxito de los eventos -al contrario que en Nueva York, en Los Ángeles, o en el resto del planeta Tierra- no se mide en función de que vaya mucha gente, sino, precisamente, de que vaya poca, pero importante. Una cena para 30 personas está bien. Una cena para 10, está mucho mejor. Son las ventajas e inconvenientes de una ciudad en la que la gente se va a la cama a las 10 para poder levantarse a las 6 y leer los boletines que las webs Axios y Politico le han enviado a las 5 explicándoles de qué va a ir el día. Feliz Navidad transaccional a todos.
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