The Democrats in 2020?

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¿Demócratas 2020?

Si la historia nos enseña algo es precisamente que los demócratas podrían derrotar a Trump.

La esperanza que tienen muchos en el mundo, y en Estados Unidos, es que Trump no vuelva a triunfar en las elecciones presidenciales dentro de dos años. Con bastante razón, se piensa que cuatro años más del actual mandatario y de su estilo pendenciero no solo generarían mayores perjuicios a ese país, sino que pondrían en peligro la paz mundial y la estabilidad económica global.

La victoria de los demócratas en las legislativas recientes, que les entregó el control de la Cámara de Representantes, ha despertado el entusiasmo sobre la posibilidad de derrotar la reelección del actual mandatario. Algo de razón les cabe a los demócratas e independientes, que no quieren a Trump, en pensar que esto es posible.

Contra lo que cree la sabiduría popular, históricamente, la reelección presidencial en EE. UU. está lejos de ser fácil o de estar garantizada. En la historia de la democracia estadounidense, solo un poco más de un tercio de los presidentes lograron ser reelegidos para un segundo periodo, muchos de ellos con grandes dificultades. Es decir, si la historia nos enseña algo, es precisamente que los demócratas podrían, efectivamente, derrotar a Trump.

Como siempre, una victoria electoral dependerá de muchos factores, y en la actual coyuntura la efectividad y habilidad del comportamiento de las mayorías demócratas en la Cámara se vuelve crítico. Los demócratas están bien divididos sobre cómo ejercer la oposición. La izquierda del partido, encabezada por Nancy Pelosi, cree que la mejor manera de derrotar la reelección de Trump es haciéndole oposición feroz, obstruccionista, y usando sus mayorías para perseguirlo judicialmente. Los moderados creen que los demócratas perderían la oportunidad de derrotarlo si se comportan de la manera como él lo hace.

El país está cansado de la polarización. No hay que olvidar que el intento de enjuiciar (‘impeach’) a Bill Clinton se les devolvió a los republicanos y garantizó una reacción de solidaridad que hizo inevitable su segundo mandato. Si Trump logra, como pretende, ser percibido como un perseguido, como una víctima, obtendría muchos puntos en favor de su reelección. En contraste, si el candidato demócrata consigue proyectarse como un campeón de la unidad nacional, eso lo favorecería frente a un republicano vociferante y pugnaz.

El siguiente elemento para obtener la victoria es garantizar un respaldo sólido de su propio partido. En teoría, Trump tiene garantizada la candidatura única del Partido Republicano. Alto. No tan rápido. La creciente insatisfacción con la retórica y las decisiones de Trump ha abierto fisuras y grietas en la homogeneidad trumpista de los republicanos. De hecho, Mitt Romney, actual senador republicano y precandidato derrotado por Trump, escribió una carta pública en la que demuele al presidente actual. Y ya suena como contendor para la candidatura republicana.

Los demócratas tienen quince candidatos reconocidos. Hay de todo, desde loquitos ambiciosos hasta candidatos de la talla de Joe Biden, vicepresidente de Obama. Si se impone la izquierda en la selección del candidato, por ejemplo con Bernie Sanders, las posibilidades de derrotar a Trump disminuyen sensiblemente.

Trump le ha apostado a una agenda para la reelección, construida en torno al renacer de la economía y del sector industrial. Según los preocupantes pronósticos sobre la economía mundial, ese discurso optimista se va a estrellar contra la realidad de una economía estadounidense en franca desaceleración y, de pronto, en recesión. La agenda liberal de los demócratas podría tener más eco en esas circunstancias.

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