Columbus No Longer Measures Up in America

OPD 26 Jan 2019, edited by Helaine Schweitzer

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La católica universidad de Notre Dame cubrirá por «degradantes» para el nativo americano las pinturas murales dedicadas a Cristóbal Colón. Así lo ha solicitado su presidente, el padre John Jenkins.

También al campus católico llega la deriva ideológica del liberalismo progresista actual, que en EE.UU. domina la cultura académica, y que viene acompañado de cierto universalismo y de una idea totémica de la diversidad.

El producto de esta ideología mira al pasado con otra sensibilidad. Convierte la historia en una galería de horrores y sometimientos que han de ser reparados o estigmatizados. La historia no es ya el producto de lo que somos, sino la vergüenza de lo que somos. No solo el pasado es odioso. La idea de diferencia es tolerable solo si nada es superior o inferior. Si nada se impone sobre otra cosa. La igualdad jurídica ya no es la cuestión, se trata de una igualdad ecológica, absoluta y simbólica. El sometimiento nativo a la superioridad del invasor/descubridor es, por tanto, una idea inaceptable.

Tan es así que la carta del padre Jenkins juzga la obra, en su contexto de finales del XIX, como destinada al orgullo de los emigrantes católicos de entonces. Es decir, tuvo justificación mientras sirvió para integrar al católico entre protestantes. Se justificaba solo en tanto defensora de ciertos «marginados». Pero, en la actualidad, el Colón católico ya no está a la altura de América. América recela de Colón, que no tiene una biografía respetuosa de su diversidad. Los cómicos raciales de Netflix se reirían corrosivamente de él en sus monólogos.

Lo inaceptable es irrepresentable y por eso ocultan las obras de arte, algo que se esperaría del fanatismo religioso. Tratando de evitar cualquier forma de discriminación (hasta en el arte), se llega a intervenir la libre expresión y solo resultan admisibles espacios neutros que no amenacen la idea de igualdad universal y retrospectiva. Jenkins considera que Colón reprimió «culturas vibrantes», solo porque no hay nadie que represente el punto de vista de los sometidos a su brutalidad.

Un liberalismo que interviene así la libertad de expresión para extender esta corrección política ya no es exactamente liberal, es otra cosa.

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