La crisis constitucional ya está aquí
Desairado por México y por el Congreso, Trump recurre a una ‘fake new’ para declarar la emergencia nacional y financiar el muro
No hay Trump sin noticia falsa. Mucho hay que mentir para declarar la existencia de una emergencia nacional en la frontera con México. No hay ni una sola cifra alarmante respecto a la evolución de la entrada ilegal de inmigrantes o al tráfico fronterizo de droga que avale tan alarmante declaración, y mucho menos la expropiación por el presidente de las competencias presupuestarias del Congreso, en una merma inaceptable de la división de poderes, sobre todo si el motivo esgrimido es la fantasía con la que Trump se inventa una “invasión del país, con drogas, crímenes y tráfico de personas”.
Estadísticas en mano, hay razones más sólidas para declarar la situación de emergencia por las muertes por sobredosis (más de 70.000 al año), los accidentes de tráfico (alrededor de 40.000) o las armas de fuego (cerca también de 40.000). Trump quiere un muro y para construirlo necesita el peligro que lo justifique. Aunque el muro no sirva para controlar la inmigración, es el emblema con el que Trump quiere combatirla y significar además su presidencia. Su lógica es aplastante y le sirve tanto para negar el cambio climático cuando aprieta el frío como para convertir Estados Unidos en una fortaleza amurallada, al igual que cercamos nuestras casas para que no entren los extraños.
Trump quería victorias y de momento consigue derrotas. La emergencia nacional es la escapatoria para la más resonante de cuantas ha sufrido en su todavía breve pero accidentada presidencia. El primer bofetón se lo dio México, que rechazó la factura del muro que pretendía pasarle el presidente. El segundo se lo ha arreado el Congreso, que le ha ganado el chantaje del cierre de la administración (80.000 trabajadores sin cobrar durante 35 días) sin ceder en sus pretensiones presupuestarias (5.000 millones de dólares).
Trump no ha tenido más remedio que embarrar el terreno de juego y acudir a los poderes presidenciales excepcionales, que le permitirán disponer de 8.000 millones de dólares, sustraídos a otros proyectos militares, a cambio de un rosario de pleitos judiciales y de conflictos con el Congreso, de incierto final en el Supremo, que abren la inevitable crisis constitucional anunciada por su mera elección. Hay muchos motivos para tal crisis, pero el primero en saltar ha sido alrededor de este hosco símbolo de un muro de separación y de defensa, el exacto revés de la Estatua de la Libertad que viene recibiendo a millones de inmigrantes desde la boca del puerto de Nueva York.
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