Nueva York es un cruce de caminos, allí donde se entrelazan los orígenes de Donald Trump, en su cuna dorada de Queens, y los de Bernie Sanders, en un barrio de inmigrantes judíos de Brooklyn. Decidido a subrayar este contraste, el senador independiente de Vermont que según sus seguidores pudo haber frenado la victoria de Trump lanzó este sábado su campaña en el mismo campus donde estudió un año de Ciencias Políticas en 1959.
Sanders tiene hoy 77 años. De ganar las elecciones sería casi un octogenario cuando llegase a la Casa Blanca en 2021. El que aspira a ser el presidente más viejo de la historia desafió el frío y la nieve para presentar su proyecto ante una multitud de veinteañeros que dan nueva vida a las viejas ideas de su socialismo. Será que las modas vuelven. O que las ideas nunca mueren. «Otros votan por una marca -el candidato negro o el candidato hispano-, nosotros estamos aquí porque compartimos sus ideas», explicaba Austin Borkoski, de 29 años. «Y nadie nos merece más confianza que él para implementarlas».
Si algunos de los desheredados encandilados por Trump en 2016 se sienten defraudados, esta vez encontrarán un palpable contraste entre el hijo del magnate inmobiliario que recibía 200.000 dólares anuales desde los tres años y el socialista convencido que este sábado recordaba su paga de 25 céntimos a la semana. Sanders cree que EE UU está al fin maduro para enfrentar los fracasos de la globalización desde las soluciones socialistas que nunca prendieron por el enfrentamiento con la Unión Soviética. «La Guerra Fría ha terminado, es hora de que este país dé una oportunidad a estas viejas ideas», defendía Scarlett Ahmed, una líder sindicalista de 49 años.
Trump ya adelantó en su discurso sobre el Estado de la Unión que está dispuesto a resucitar la vieja propaganda y sazonarla con la realidad de Venezuela para dar cuerpo a los fantasmas socialistas, pero Sanders juega con la ventaja de las ideas maduras. Hace tres años eran consideradas «radicales» sus propuestas de sanidad universal, salario mínimo de 15 dólares la hora y universidad pública como la de Brooklyn College en la que hablaba este sábado, donde recibió «una excelente educación» mientras vivía en un piso de protección oficial. Hoy están en la agenda de la docena de candidatos demócratas que han saltado ya a la arena electoral. «Sólo que tenemos que tener cuidado con las imitaciones», advertía Megan Devir, una madre de 47 años que presumía de llevar a su hijo a una escuela pública. «Bernie es el original, el auténtico».
No ha cambiado su mensaje contra la brutal desigualdad económica de nuestro tiempo, en que el 1% de la población acapara las ganancias, y alguien como Jeff Bezos se convierte en el más rico del mundo a fuerza de explotar a sus empleados con sueldos de miseria. Ni ahora, ni en 2016, ni en 1960, cuando estudiaba en Chicago, ciudad que visita este domingo en ese repaso por su historia personal, camino de Iowa. Hará una parada en Alabama para participar en los actos de aniversario de Selma, consciente de que en este momento de diversidad su déficit de hombre blanco puede ser hasta más vulnerable de lo que se demostró en 2016.
Pese a competir con candidatos de color como Kamala Harris o Cory Booker, este sábado prometió no renunciar «a ninguno de los 50 Estados sin dar la batalla». Activistas de Black Lives Matter como Shaun King, que le hizo de maestro de ceremonias, están dispuestos a dar fe de que siempre ha estado de su parte.
«Igual que importará en 20 años dónde estaba cada uno cuando se impuso el veto musulmán o se destruyeron familias en la frontera, importa dónde estaba Bernie hace cinco o seis décadas», contó a quienes su detención en las protestas por los derechos civiles o la Marcha en Washington de Martin Luther King podía sonar a batallitas de abuelo. Una historia de coherencia que puede distinguirle de la andanada de candidatos progresistas con los que compite, frente a la Hillary Clinton del establishment a la que se enfrentó en 2016. No será fácil, pero nunca lo ha sido para Sanders.
«Y si esta vez el Partido Demócrata se la juega como entonces, me habrá perdido para siempre», amenazó Nicole Rubino, una crupier de 25 años. La noche que había pasado conduciendo desde el corazón de Pensilvania para asistir es precisamente la demostración de fuerza que Sanders necesitará a partir de enero.
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