El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se quitó la semana pasada un piano de encima luego de que el informe del fiscal especial Robert Mueller concluyó que no se encontraron pruebas de que el mandatario o alguien de su equipo conspiró o coordinó esfuerzos con Rusia para influir en la campaña presidencial del 2016, en la que se impuso sobre la candidata demócrata Hillary Clinton.
En los términos que maneja el lenguaje jurídico estadounidense, el ‘no haber encontrado pruebas’ significa que la investigación no halló delito en Trump, pero tampoco lo exonera, lo que es un matiz importante dado que el mandatario seguramente se prepara para lanzar su campaña a la reelección en las elecciones del 2020 y las toldas demócratas están dispuestas a exigir que se divulgue la totalidad del informe para tener todos los elementos de juicio o una ventana que permita hallar alguna otra veta de acusación.
Es claro que Mueller dejó en el aire el cargo de obstrucción a la justicia a raíz del dinero que habría pagado Trump a dos mujeres con las que sostuvo relaciones sexuales para que no divulgaran sus historias, aunque el propio mandatario, luego de conocer el resumen del informe, dijo que significaba una exoneración total. En su opinión, los demócratas se quedaron sin elementos para intentar un juicio político en su contra.
Pero también es probable que Mueller no insistiera en el asunto de la obstrucción de la justicia por una razón sencilla. Si no se comprobó el delito, ¿cómo se podría justificar la obstrucción? Hay demócratas que todavía piensan que es posible.
Más allá de eso, se demostró que Rusia sí interfirió en la campaña presidencial estadounidense a través de fake news, de campañas de desinformación y de espionaje y divulgación de los correos electrónicos del equipo de Clinton, y que como mínimo 32 personas han sido imputadas por delitos varios, entre ellos al menos cinco del círculo más cercano de Trump, como su exabogado Michael Cohen y su exjefe de campaña Paul Manafort, algunos con cárcel de por medio. Suficiente para que persista entre la gente el interés por saber qué ocurrió exactamente.
Llama también la atención el hecho de que durante los 22 meses que duró la investigación, Trump intentó por todos los medios deslegitimar y desacreditar al fiscal especial Mueller, pero ahora ensalza su comportamiento al decir que actuó de “manera honorable” en uno de esos giros acostumbrados en un presidente tan mediático, como el de exigirle a la “prensa progresista” una disculpa por lo que llamó “cubrimiento desequilibrado” de la investigación del fiscal especial. “Realmente son el enemigo del pueblo”, trinó muy en su estilo.
Aún más que la visión demócrata, el informe Mueller constituye un singular espaldarazo que va despejando de a pocos el camino del intento de reelección de Trump. Ahora les corresponde a los demócratas depurar y presentar una candidatura sólida de entre un ramillete de aspirantes de variadas tendencias y edades en la búsqueda de un liderazgo que desafíe el estilo personalista y unilateral del polémico magnate.
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