Sometimes Letters Arrive

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Dentro del caldeado ambiente que hay con Venezuela, se conoció una muy desagradable misiva del Consejo de la Federación de la Asamblea Federal de Rusia (Duma) a sus pares de Senado y Cámara en Colombia. El tema no tendría mayor trascendencia si no fuera porque el Congreso ruso opera mayoritariamente al servicio de Vladimir Putin. La carta, sumada a la indeseable presencia de militares rusos en el país vecino, aumenta la tensión bilateral y la regional. Esta escalada amerita evaluarse con serenidad y firmeza por parte del Gobierno.

En lo que se asemeja a un capítulo más de la Guerra Fría, la grave situación en Venezuela ha puesto de nuevo sobre el tablero de ajedrez a Estados Unidos y a Rusia. El rompimiento de relaciones entre Washington y Caracas, la aplicación de sanciones económicas al régimen de Nicolás Maduro, el arribo de un importante número de militares rusos y la instalación de un sofisticado sistema de misiles, mientras el país padece una crisis humanitaria sin precedentes, van ahondando las fricciones. A pesar de que la absurda posibilidad de un conflicto armado entre los dos países ha sido descartada por el presidente Iván Duque y el canciller Carlos Holmes Trujillo, la dinámica actual de los acontecimientos no deja de generar preocupación, cuando menos.

La revista Semana publicó recientemente sendos informes donde se deja en evidencia que Moscú está haciendo una apuesta muy seria para proteger a Maduro. Bien sea por defender sus intereses estratégicos, al pagar con la misma moneda la presencia de tropas de la OTAN en la frontera con Rusia o por las deudas contraídas en estos 20 años por Caracas y el pago en petróleo que se vería amenazado si cae la dictadura, los últimos movimientos han sido cuidadosamente calculados. El presidente Donald Trump dijo en estos días que Rusia “debía salir” de Venezuela, y el secretario de Estado, Mike Pompeo, le advirtió a su par, Serguéi Lavrov, sobre “la continua inserción de personal militar ruso” allí. No en vano la propia OTAN, que se reunirá esta semana en Washington, tiene como una de sus consideraciones centrales este espinoso asunto. No es, pues, un tema menor.

Por más explicaciones diplomáticas que dé la Embajada de Rusia en Colombia para bajarle el tono al contenido, la misiva de la Duma rusa forma parte de esta espiral. “Después del fracaso del intento de golpe de Estado en Venezuela apoyado por Estados Unidos, los partidarios del derrocamiento forzoso del gobierno legítimo de Nicolás Maduro han recurrido a abiertas provocaciones (…) el uso ilegítimo de la fuerza militar contra Venezuela por parte de otros Estados que respaldan a la oposición será interpretado por el Consejo de la Federación de la Asamblea Federal de la Federación de Rusia solamente como un acto de agresión contra un Estado soberano y una amenaza a la paz y seguridad internacionales”. Así están las cosas.

Lo cierto es que Colombia se enfrenta a una situación inédita. Lo que sucede en Venezuela sobrepasa las situaciones de crisis que se habían vivido con anterioridad. El entonces gobierno entrante apostó a una pronta resolución del problema, vía la salida de un régimen ilegítimo, contando para ello con el apoyo irrestricto de Estados Unidos y el Grupo de Lima. En este juego hubo declaraciones contradictorias de nuestro embajador en Washington apoyando lo que proponía la Casa Blanca y el presidente Duque no fue lo suficientemente claro durante sus reuniones con Trump ni Pompeo, para fijar la posición del país, lo que haría más tarde.

La salida de Maduro tiene que darse dentro de la Constitución y el respeto a las normas del Derecho Internacional. Una intervención militar tendría muy graves consecuencias para Colombia. De allí que se deba continuar utilizando la diplomacia para evitar que esta escalada aumente. Tanto Washington como Moscú tienen que sopesar con mucho cuidado lo que implica para la región el incremento de soldados y de armamento en Venezuela.

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