Sus reclamos al gobierno de Colombia, por cuenta de la ineficiencia en la lucha antidroga y la inmigración ilegal, no tienen otra explicación que la política interna y las próximas elecciones presidenciales en su país. Trump ha demostrado, suficientemente, que cualquier argumento vale para ganar una elección que, como en 2016, será muy ajustada.
Muchos fueron sorprendidos por sus declaraciones contra Colombia, históricamente, un aliado importante de Estados Unidos en el continente. En su momento, pensaron que su estrategia de campaña en 2016, para devolver los empleos perdidos en su país con el retorno al proteccionismo, finalizaría al lograr la victoria en las anteriores elecciones. Luego de proponer la guerra comercial a China; la persistencia en la construcción del muro ; sus ires y veni res con el dictador norcoreano y con su amigo Putin, queda probado que, en esencia, Trump sigue siendo el mismo: un político populista cuyo objetivo es mantenerse en el poder.
Nadie, como el presidente Trump, ha puesto tan en duda que, con relación a la política exterior, Estados Unidos tenga una verdadera política de Estado. Para muestra un botón: mientras el embajador Whitaker promueve las objeciones a la JEP, Jonathan Cohen, embajador de EE. UU ante Naciones Unidas, solicita que Colombia sancione su Ley estatutaria. ¿Alguien entiende?
La que se vive en Estados Unidos es una batalla por el poder y la política exterior es, naturalmente, parte importante de ella.
En esa batalla la prensa y los medios libres atisbaron, con tiempo, las orejas de un lobo. La consistencia de las instituciones democráticas ha sido puesta a prueba como no se recuerda en el país de Washington, Jefferson y, por supuesto, Obama. Finalmente, no es tan raro que un presidente capaz de boicotear el acuerdo de Paris; poner en entredicho a la OTAN; a la OMC, y la estructura del comercio mundial, todos ellos logros de una política exterior construida con el liderazgo de Estados Unidos desde la posguerra, resuelva embestir contra el aliado históricamente más sólido en la región. Como ha ocurrido con Kim Jong Un, en algún momento, si le conviene, lo abrazará o invitará a desayunar, luego de proponerle una guerra.
“Nadie” cree, en realidad, que un muro, en la era digital, pueda contener los flujos legales e ilegales de comercio; o que el freno a la inmigración pueda reducir los índices de criminalidad; o que el retorno al proteccionismo devolverá los empleos a una clase trabajadora escasamente educada que los perdió frente a la automatización y otros competidores que, en contraprestación, compran a Estados Unidos servicios. “Nadie” salvo esos mismos sectores deprimidos de su país que constituyen su base electoral. Y es a ella a quien van dirigidas sus acciones, incluido el discurso anti colombianista esta semana.
Esa base electoral sigue representando, en lo que hasta ahora es su piso, el 43% del electorado. Experto en dividir (así obtuvo la presidencia) su lucha contra la inmigración quiere poner a negros contra hispanos y, entre estos, a quienes están asentados en el país contra sus paisanos que quieren ingresar ahora. Necesita esos votos si quiere ganar en 2020.Mantiene el discurso que le dio la apretada y discutida victoria.
Conviene considerar que, pese a nuestros problemas y escasa maduración institucional, en Colombia, a diferencia de lo que ocurre en Filipinas, no es posible restaurar el uso del glifosato sin el visto bueno de la Corte Constitucional. Sabemos, después de tanta violencia y su nefasta influencia, que el problema de las drogas es más complejo que discursos efectistas. Afortunadamente Duque no es Duterte, evidentemente. Desde ese punto de vista las críticas de Trump pueden considerarse halagos.
Quienes reclaman mayor vehemencia en las respuestas del gobierno colombiano deben considerar que Trump representa a su gobierno pero difícilmente a la sociedad norteamericana, como se pudo observar en las pasadas legislativas en las que el partido que representa perdió la cámara y ahora afronta el rigor de los contrapesos propios de un sistema político que intenta protegerse.
Hizo bien el gobierno colombiano al no entrar en una discusión árida e inútil con un gobierno al que no va a convencer: no vota en sus elecciones.
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