Guide to Donald Trump’s New Battles against the Opposition

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Guía de las nuevas batallas de Donald Trump con la oposición

El Partido Demócrata tiene una estrategia clara: mantener las investigaciones para en el futuro decidir si tiene material para intentar destituir al mandatario

Lo malo de las guerras que se alargan mucho es que uno acabe olvidándose de por qué las empezó. Ése es el caso de la pelea entre Donald Trump y la oposición demócrata. El informe del fiscal especial de la ‘trama rusa’, Robert Mueller, exonera a Trump de la acusación de haber colaborado con Moscú. Pero, en materia de obstrucción a la Justicia, deja para el Congreso la posibilidad de iniciar un ‘impeachment’, o sea, un proceso que empieza con una moción de no confianza y puede que acabe teóricamente en la destitución del jefe del Estado y del Gobierno.

Súmese a ello que Trump insiste en no mostrar sus declaraciones de la renta -algo sin precedentes desde hace más de cuatro décadas- y las investigaciones de la Justicia de Nueva York sobre las finanzas de las empresas de Trump antes de que entra en política y ya están las claves de una guerra entre el presidente y la oposición.

Una guerra que Trump quiere llevar a los tribunales. “Vamos a luchar contra todas las citaciones”, dijo el presidente esta semana. Trump se refería a las citaciones de la Cámara de Representantes, que tienen fuerza legal, de sus asesores y de sus documentos. Eso significa que la Casa Blanca va a llevar a los tribunales esas citaciones, en una nueva escalada de la lucha institucional que vive Estados Unidos.

Por ahora, el Partido Demócrata tiene una estrategia clara: mantener las investigaciones para en el futuro decidir si tiene material para el ‘impeachment’. Es un argumento que ha impuesto el liderazgo sobre el sector más joven y de izquierdas, que quiere ir directamente a por Trump. La candidata en 2016, Hillary Clinton, ha apoyado esa estrategia en un artículo en el ‘Washington Post’.

La lucha más feroz (por ahora) es la convocatoria a declarar ante la Cámara de Representantes de Don McGahn, el ex jefe e del equipo jurídico de La Casa Blanca, a quien Trump habría pedido que influyera para que pudiera cesar a Mueller y, también, para que la Justicia de EEUU persiguiera a Hillary Clinton.

El uso de la Justicia contra un rival político no tiene precedentes en la historia reciente de EEUU y, dado que el testimonio ante el Congreso tiene el mismo valor que el realizado ante un tribunal, pone un elemento de suspense en una eventual comparecencia de McGahn. Por eso, Trump ha declarado que si se produce la citación formal, pedirá que los tribunales la declaren nula.

La segunda controversia es financiera. El Departamento del Tesoro incumplió el martes por segunda vez la demanda del presidente del Comité de Medios y Arbitrios (Ways and Means) de la Cámara de Representantes, el demócrata Richard Neal, para que entregue dado las declaraciones de la renta del presidente de 2012 a 2018. El Secretario del Tesoro ha dicho que no decidirá al respecto hasta el 6 de mayo. Pero hay la casi total certeza de que la respuesta va a ser negativa. Eso abrirá la puerta a otra citación. Que a su vez será recurrido ante los tribunales.

Ahí, Trump lo tendría más difícil. Una ley de 1924 establece que el Legislativo de Estados Unidos tiene derecho a conocer la declaración de la renta de cualquier ciudadano. La norma, que se aprobó tras el escándalo de Teapot Dome -el mayor caso de corrupción de EEUU hasta el Watergate, en 1973-. La única opción de Trump es alargar el caso en los tribunales, hasta el Supremo. Según los expertos legales, el dictamen es meridianamente claro, pero eso no parece que vaya a impedir al presidente aplicar la táctica dilatoria y de desgaste en los juzgados que le dio muy buenos resultados en su actividad como empresario.

Un tercer frente es la contabilidad de las empresas de Trump. El abogado y ‘mano derecha’ del presidente, Michael Cohen, declaró en el Congreso hace dos meses que Trump exageró sistemáticamente sus activos y redujo sus pasivos a la hora de negociar créditos con los bancos -y, en especial, con el alemán Deutsche Bank, prácticamente la única entidad que le ha prestado en las últimas dos décadas-. De ser ciertas las acusaciones de Cohen, que debe ingresar en prisión este mes para cumplir tres años de condena, Trump habría cometido un delito. La Justicia, además, está realizando una serie de investigaciones sobre las finanzas del presidente.

Y ahí es donde se encuentra otra batalla legal. El mes pasado, el Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes emitió una citación para que la empresa de contabilidad Mazar, que ha llevado las cuentas de la empresa de Trump, entregue toda la información que tenga sobre el presidente, sus empresas y su fundación sin ánimo de lucro. La fecha límite para hacerlo es el próximo lunes. Pero esta semana los abogados del presidente llevaron a los tribunales la citación de la Cámara, alegando que la actitud del Congreso obedece a criterios meramente políticos.

Así pues, la batalla continúa. Ahora, no por Rusia, sino por el dinero de Trump y las acusaciones de obstrucción a la Justicia. La guerra entre el presidente y la oposición no sólo no se ha desactivado con el informe de Mueller. Al contrario: el final de la investigación ha eliminado las barreras a la apertura de nuevos frentes. La crispación más envenenada va a ser la tónica general en los próximos 18 meses, en los que la campaña electoral va, además de añadir dosis adicionales de vitriolo a un panorama político marcado por una retórica guerracivilista.

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