Joseph Stiglitz's proposal of "progressive capitalism" as an exit from neoliberalism is a novel reflection on a global economy of social-democratic lineage.
"Social democracy has re-emerged in American politics for the first time since the 1930s," writes Jorge G. Castañeda in a text about the agendas that will clash in the country’s presidential election next year ("Is America Ready for a Welfare State?”).
In the race for the Democratic candidacy, says Castañeda, there are proposals that depict a modern welfare state in fundamental areas, such as health, childcare and education.
Castañeda refers to proposals currently at the center of debate that would have been considered ridiculous leftist craziness just a few years ago.
Examples are Elizabeth Warren's idea of a tax on the rich to finance a national daycare system, Bernie Sanders’s idea to publicly finance the costs of higher education and a tax on coal to generate clean energy.
Naturally, these and other proposals are already under fire from the Republican trenches as attempts to bring socialism to the United States and to turn the country into Venezuela.
(The inconsiderate stupidity of great swathes of opinion with respect to public affairs is not exclusive to less developed countries.)
What Castañeda points out is not that these and other proposals will triumph politically in the coming election but that they are already part of the discussion and the selection of a political party in the United States.
It is the other response, neither Trumpian nor neoliberal, to the greatest historical tragedy of that enormous country: the erosion of the wages, well-being and optimism of its once-thriving middle class – those who once embodied, in flesh and blood, the reality of the American dream.
Castañeda goes on to say that whether or not these new subjects of debate are won or lost, we can expect in 2020 not a repetition of the vulgarities of 2016 but a discussion of substance and transcendence, perhaps the beginning of a new, long-term, social-democratic tune in the country of Franklin D. Roosevelt’s New Deal.
La propuesta de Joseph Stiglitz de un “capitalismo progresista” como salida al neoliberalismo, es una novedosa reflexión de linaje socialdemócrata sobre la economía mundial.
“La socialdemocracia ha resurgido en la política estadounidense por primera vez desde los 1930”, escribe Jorge G. Castañeda en un texto sobre las agendas que chocarán en las elecciones presidenciales del país referido del año que viene (“Is America Ready for Welfare State?”, https://bit.ly/3079E8c). https://www.milenio.com/opinion/hector-aguilar-camin/dia-con-dia/una-socialdemocracia-americana
En la carrera por la candidatura demócrata, dice Castañeda, aparecen propuestas que perfilan un estado de bienestar moderno en áreas fundamentales como la salud, el cuidado a la infancia y la educación.
Castañeda se refiere a propuestas que están hoy en el centro del debate, pero que hubieran sido consideradas hace solo unos años como impensables locuras de la izquierda.
Por ejemplo, la idea de Elizabeth Warren de un impuesto a los ricos para financiar un sistema nacional de guarderías, o la de Bernie Sanders de financiar públicamente los costos de la educación superior, o la de un impuesto al carbón para generar energías
Naturalmente, estas y otras propuestas están ya bajo fuego desde la trinchera republicana como intentos de traer el socialismo a Estados Unidos y de convertir a ese país en Venezuela.
(La estupidez desconsiderada de vastos sectores de opinión respecto de la cosa pública no es privativa de países poco desarrollados).
Lo que apunta Castañeda no es que éstas y otras propuestas triunfarán políticamente en la elección que viene, sino que forman ya parte de la discusión y de la toma de partido electoral en Estados Unidos.
Es la otra respuesta, la no trumpiana ni neoliberal, a la tragedia histórica mayor de aquel enorme país: la erosión de los salarios, del bienestar y del optimismo de sus antes pujantes clases medias, aquellas que encarnaron alguna vez, en carne y hueso, la realidad del sueño americano.
Ganen o pierdan estas nuevas piezas del debate, abunda Castañeda, lo que podemos esperar de 2020 no es una reedición de las vulgaridades de 2016, sino una discusión de sustancia y trascendencia, el principio quizá de una nueva tonada socialdemócrata de largo aliento en el país del New Deal de Franklin D. Roosevelt.
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