Google, Huawei and the War To Come

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Hace tiempo que las verdaderas guerras mundiales, las que definen cuáles serán las potencias hegemónicas, se dirimen en terrenos distintos a los campos de batalla. Las guerras localizadas, que siguen cobrando miles de muertes, no son sino escaramuzas de carácter táctico.

Tras la Guerra Fría, vivimos una suerte de guerra financiera de divisas, en la que el dólar resultó ganador, a pesar de los esfuerzos europeos para que el Euro fuera su rival. Ahora toca el turno a la guerra tecnológica, que —en el ambiente neoproteccionista de los años recientes— amenaza con volver a dividir al mundo. Una cortina virtual.

Esa cortina virtual puede afectar la economía y la vida cotidiana de miles de millones de personas en muchos países.

El pasado 15 de mayo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump emitió una orden ejecutiva por la cual prohibía a las empresas estadunidenses utilizar servicios de firmas de telecomunicaciones extranjeras que “pongan en peligro la seguridad nacional”. El mensaje estaba dirigido principalmente a las empresas de telecomunicaciones chinas, encabezadas por el gigante Huawei.

La idea detrás del decreto de Trump es que, dicen los expertos, es relativamente fácil para un tercero acceder al funcionamiento de los equipos y el software de Huawei, el gobierno chino podría hacerlo. Y si el gobierno de Pekín le pide a una empresa china ayuda para una operación de inteligencia, es muy poco probable que ésta se niegue. El ciberespionaje de cada día.

Si la información es poder y más, si en la época que viene, con la tecnología 5G, los sistemas de seguridad y defensa dependerán cada vez más de un software conectado a la red, la paranoia puede explicarse. Sobre todo si tomamos en cuenta que Huawei es la empresa más avanzada en la generación de la 5G.

Lo curioso es que la orden ejecutiva de Trump, que prohíbe cualquier compra de tecnología extranjera que sea considerada como amenaza a la seguridad nacional de EU, se parece mucho a la ley de ciberseguridad de China. De hecho, cualquier empresa no estadunidense puede ser considerada como un enemigo en potencia.

Y también es curioso que, según denunció Snowden en su momento, las agencias de espionaje de Estados Unidos piratearon datos de las redes y de las principales empresas de tecnología de su propio país.

En esas condiciones, una de las preguntas es: ¿Quién quieres que te vigile?

¿Qué puede salir de este enfrentamiento? Una respuesta fácil sería la del muro virtual. En Occidente, todo mundo con Google, YouTube, Twitter y WhatsApp; en Oriente, con Baidu, Youku y Wechat. En algunos países, con teléfonos y aplicaciones para cada uno de ellos. Pero no es tan fácil.

Llevamos décadas en un acelerado proceso de globalización de los procesos productivos, y eso ha generado una imbricada red de la que no es sencillo zafarse. Una misma empresa tiene programadores en distintas partes del mundo, los componentes del hardware suelen ser internacionales, la interdependencia en la producción, el consumo y el propio desarrollo tecnológico es enorme. Romperlo en aras de la defensa nacional, para forzar sistemas separados en la cadena de suministro es una decisión de graves consecuencias. De entrada, provocaría que todo sea más caro.

La respuesta del presidente del consorcio chino, Ren Zhengfei, es clara: “Estados Unidos no puede gestionar el mundo entero. El resto del mundo decidirá si debe trabajar con nosotros, de acuerdo con sus propios intereses comerciales y su posición… La práctica actual de los políticos estadunidenses subestima nuestra fuerza”.

Mientras crece cada día el número de empresas que advierten que cortarán relaciones con Huawei (además de Google, están Qualcomm, Intel, la japonesa Panasonic, la británica ARM, fabricante de chips, las telefónicas británicas EE y Vodafone, entre otras) la compañía china asegura que tiene la tecnología para reemplazar los suministros cortados. Si no la tiene, la desarrollará, para eso puede contar con un ejército de geeks de la propia China y de otros países. Incluso está avanzando en la creación de su propio sistema operativo.

Como se ve, no es sólo un problema de EU contra China. Es el riesgo de vivir en un mundo en el que los gobiernos puedan decidir (o se vean presionados a hacerlo) sobre qué red de suministro tener para su propio funcionamiento y para la población, o en el que corran redes paralelas.

Si Trump cree que con su decreto va a ablandar al gobierno chino, está utilizando su “arte de la negociación” con el rival equivocado. Una dictadura no va a cambiar así, tan fácilmente. Y si piensa que es fácil echarse para atrás, tiene que pensar en las repercusiones políticas que ello tendría en un año electoral.

En otras palabras, en esta guerra, Trump cruzó el Rubicón y es muy posible que esté subestimando la capacidad de un rival que ya se metió, como la humedad, en diversas partes del mundo, de Europa a África y América Latina.

Bien haríamos en México en seguir un poco más de cerca esta guerra. En el plazo inmediato, porque afecta a miles de consumidores nacionales. En el mediano plazo, porque las decisiones estratégicas marcarán el rumbo de uno de los sectores económicos centrales en la economía del Siglo XXI. Recordemos que nuestro país tiene jugadores importantes en el mundo de las telecomunicaciones globales y puede jugar un papel activo.

Para empezar, no estaría mal que alguien le avisara al presidente López Obrador que el eje de la economía mundial ya no es el petróleo. Ni lo será.

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