SI es cierto que ser diplomático es pensar dos veces Trump no intenta hacer amigos en política, pero acabará su mandato con demasiados enemigos. Su estilo matonista, sus modales ordinarios y sus discursos soeces anuncian el apocalipsis no sólo de la diplomacia, sino también de las relaciones cordiales con sus socios atlantistas. El espectador sufre viendo a la reina de Inglaterra, que es todo protocolo y etiqueta, recibiendo a un personaje capaz de patear el culo de un guardia real si lo mira mal. ¿Acaso tiene sentido llamar al alcalde Sadiq Khan “incompetente, tonto y estúpidamente antipático” antes de aterrizar el Air Force One? ¿A quién se le ocurriría ser descortés con Meghan Markle en una entrevista en The Sun antes de ser recibido por la familia real? ¿Cómo se puede animar a Boris Johnson a situarse al frente del país cuando todavía es la primera ministra su rival Theresa May? Sólo se entiende siendo Donald Trump lo más parecido a un elefante en una cacharrería –Isabel II diría like a bull in a china shop– al que le importan poco los destrozos diplomáticos.
Entre quienes decidieron declinar la invitación a la cena oficial figuran desde el alcalde Khan (ha calificado a Trump de “amenaza global”) hasta el líder laborista Jeremy Corbyn, pasando por el presidente de la Cámara de los Comunes, John Bercow. Se come bien en Buckingham, pero con Trump el ágape puede resultar indigesto.
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