Requiem for the Old International Order

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Solo la reina Isabel II, que tenía 18 años el Día D, y un puñado de supervivientes del desembarco de Normandía, todos rondando los 100, podían comprender lo que significaba la celebración del 75º aniversario del asalto al continente por los Ejércitos aliados. Representaban los últimos flecos de una memoria viva que se desvanece, ante la presencia del presidente Trump, responsable del entierro del orden del viejo mundo, una creación angloamericana, tras imponer su América primero,alimentar el Brexit y hacer lo posible por debilitar y dividir a Europa con su ignorante desdén. Como agudamente dibujaba un humorista británico, Trump pensaba al llegar a Londres que el Día D era el Día Donald.

El orden democrático reglado y multilateral alumbrado en la posguerra de 1945 se logró con la sangre de los jóvenes soldados, casi chiquillos que pusieron el pie en el matadero de cinco playas normandas: lo que dio en llamarse la generación más grande. Una construcción que nos ha traído hasta aquí a lo largo de siete décadas y que ha hecho posible un modo de vida abierto y civilizado. Pero nada, ni siquiera el éxito, permanece para siempre.

Llegó sorpresivo un presidente que ha cambiado el mundo y el lugar de EE UU en él, con su mantra de que EE UU se ha convertido en un basurero para los problemas de todos los demás. A lo que Trump quiere darle la vuelta utilizando las herramientas de las guerras comerciales, militarizando su arsenal económico: sin reglas, vale todo, solo gana uno y el adversario no obtiene nada. Doblega a Méjico pero será difícil y peligroso someter a China. Y alimenta la aproximación de Moscú y Pekín. Cree equivocadamente Trump que América, gracias a su matonismo, está más fuerte que nunca. Prima la confrontación y las acciones unilaterales. El vínculo transatlántico ha envejecido mal, se deshilvana, y no es defendido ya por sus creadores. Han bastado dos años de Trump para frustar a los aliados europeos que se dan cuenta de que el EE UU de Trump ya no es fiable. Lo que no es necesariamente una catástrofe pero sí obliga a la UE a un replanteamiento estratégico. Se acaba un era en Europa y la primera en darse cuenta fue la canciller Merkel cuando advirtió que los europeos debemos tomar nuestro destino en nuestras manos, con independencia estratégica en Política Exterior y de Defensa. El mismo concepto de Occidente está en cuestión.

Hace solo 10 días, Merkel, que está ya de salida, recibió un doctorado honoris causa en Harvard. Sin citar por su nombre a Trump, la canciller exhortó a demoler los muros de la ignorancia. “Pensad libremente para poder distinguir y no disfrazar las mentiras como verdad, y la verdad como mentiras”. Nos adentramos en un mundo más impredecible donde correremos mayores riesgos. Réquiem por el viejo mundo.

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